A fines del siglo XIX Emile Zola escribió un artículo titulado “Yo acuso” en el que decía que la degradación del militar Dreyfuss no era por sus faltas castrenses, sino por antisemitismo imperante. Esto abrió la polémica sobre las responsabilidades individuales y la falta de justicia frente a evidentes sesgos.
Este viejo caso nos permite hacer paralelos con lo sucedido en despido injusto de Isabel Amor como directora del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género, Sernameg, en los Ríos tan sólo dos días después de asumir. Amor había ganado concurso público por Alta Dirección Pública, ADP, por lo que había renunciado a su trabajo anterior y se había trasladado a la región para sumir. Su despido arbitrario le pareció algo, no sólo inesperado, sino que improcedente e inaceptable. Las razones auguradas, “Pérdida de confianza”.
No había alcanzado a trabajar, por lo que no podría haber faltado a la confianza. El despido tenía relación con la condena de su padre, Manuel Amor, médico y militar en retiro, condenado en abril de 2024 como encubridor de las torturas sufridas por Luis Corvalán en 1973. Amor reclamó ya que, al adjudicársele el cargo, sabían de esta situación y planteó que “se me debe juzgar por mi trabajo, no por la condena de mi padre”.
Lo cierto es que el caso Amor es evidentemente arbitrario e injusto y como tantas cosas que suceden hoy. Deja evidencia la hipocresía de los defensores de las mujeres, las minorías y los derechos humanos. Este caso se suma a la caída de caretas de las feministas en Argentina, donde nunca fue por la mujer, sino por ideología.
El lema “Te creo, hermana” es válido en tanto piensen como ellas, si no, no vale. Los derechos son manipulables políticamente. No les importa las causas, son “jacobinos” de tomo y lomo y sueñan con “el nuevo hombre”. Dividen la realidad en los “amigos”, quienes piensan como ellos y los “enemigos” los que no piensen como ellos.
A los amigos los gobiernan con la razón y a los enemigos, con el terror. En la revolución francesa los eliminaban por sus ideas con juicios espurios. Sin justicia imparcial no hay justicia posible. Para construir ese nuevo hombre, necesitan eliminar el “viejo”. Para eso arremeten contra la tradición de modo frontal. Su método es ser inquisidores y llevar a la “hoguera” a quienes sean traidores. Amor era de ellos, mujer de izquierda y lesbiana con estudios en temas de género, pero tenía un vínculo con lo que ellos quieren derrotar el mundo militar condenado por causas de derechos humanos. Para ellos, los derechos humanos se miden de acuerdo con las visiones políticas, como todo.
Muchas voces salieron a defender a Amor ante la flagrante injusticia , ya que las culpas son individuales y el condenado es su padre y no es ella. Genaro Arriagada escribió en El Mercurio y el Movilh Chile habló de “ injusticia brutal” que debía ser enmendada. Otras voces del mundo socialista y centro izquierda se sumaron contra la arbitrariedad del gobierno. Incluso voces de la oposición teniendo claras las diferencias que tienen con Amor, afirmaron que lo que Gobierno ha hecho con ella no tiene nombre. “Las responsabilidades, de cualquier índole, son individuales, de tal manera que nadie debería responder por algo que no hizo, ni mucho menos asumir costos por aquello”.
Las explicaciones del gobierno han dejado todo que desear, ya que desde hace tiempo han querido establecer que los pecados son heredables. Idea que ha primado en sus posturas ideológicas que implica pedir perdón hoy por las cruzadas o la conquista. Nosotros no tenemos nada que ver con esas culpas, si es que las hubo. En otros renombrados casos han querido extrapolar las culpas de los padres a los hijos. Este caso es evidentemente arbitrario e injusto, la ministra vocera de gobierno, Camila Vallejo dando “vueltas en círculo” por la incongruencia, intentó explicar lo inexplicable, diciendo que en el gobierno se producen desvinculaciones por distintas razones según el marco normativo. “A veces se da por incumplimiento, o a veces se da por pérdida de confianza”. Intentó aclarar que “ninguna pérdida de confianza está asociada a vínculos de sangre”. La directora del Servicio Nacional de la Mujer, Priscilla Carrasco, por su parte, dijo en entrevista radial que la desvinculación de Amor fue por no informar del caso de su padre y no hacer “condena clara”. La ministra Orellana intentó explicar lo imposible de entender, “como perder la confianza en tres días”. Agregó “tenemos un borrador y efectivamente, si se decide ir por la vía judicial, vamos a exponer ese borrador en las instancias correspondientes, para mostrar que, en mi opinión y en la opinión de nuestro servicio, la mejor prueba de que los dichos ahí reflejados, entendibles para una hija, no lo son para una autoridad, y la mejor prueba de eso es que los cambió”.
Las presiones han aumentado y con razón. Amor “despertó a la fuerza” de su “sueño dogmático”. Dijo sentirse defraudada del gobierno, por el que no sólo votó y celebró, ya que temía a Kast. Manifestó que claramente hubo motivaciones políticas y una flagrante vulneración a los derechos humanos en su despido. Vivió en carne propia la “sororidad de cartón”. Acusó discriminación por parentela y “matonaje” con un daño irreparable a su nombre. Lo cierto es que ha habido muchos casos Amor ante los que intelectuales y la opinión pública han “acusado cual Zolá”. Esperemos que una vez más la prensa haga del cuarto poder ante arbitrariedades tan flagrantes.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero
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