Cuenta la mitología que una loba (Luperca), contrario a su instinto carnívoro, amamantó y crió a los gemelos Rómulo y Remo, y así nació Roma, la que luego se transformaría en el gran imperio Romano. Se preguntará mi inquieto lector a qué se debe esta histórica referencia. La respuesta es simple: si eso hubiera ocurrido en esta fértil provincia… habrían sido miles los “chanchitos” que buscarían ser amamantados por la loba “Estado”, y la “pobre loba” habría muerto de inanición.
Esa loca comparación nace de leer en la prensa que, según Impuestos Internos, la deficiencia en los programas públicos alcanza la nada despreciable cifra de 40 mil millones de dólares, algo así como la mitad del gasto público. Detalles más detalles menos, lo cierto es que los recursos asignados no cumplen con los criterios de focalización, eficiencia y eficacia.
Resulta impresentable que la ineficiencia del Estado se mantenga, sin que exista una dura reacción de la sociedad política y civil; son nuestros impuestos los que se dilapidan, no sólo por falta de gestión sino porque no existe una eficaz fiscalización por parte de quienes tienen que cautelar el buen uso de los recursos fiscales.
Para ponerlo en un contexto más corriente, a nadie le gusta que “le metan el dedo en la boca”. Nada molesta más que le cobren por un servicio mal dado, o que nadie responda por el despilfarro de recursos que debieran estar destinados a la solución de los problemas que padecen sectores más vulnerables.
Nadie puede quedar indiferente, si 6 de cada 10 programas analizados por el SII tienen una evaluación negativa, y nadie responde. Tampoco se puede ser indiferente ante los miles, -sí, tal cual, miles- de nuevos contratos en el sector público, que nadie sabe quiénes son y qué hacen.
La situación es patética, por decir lo menos. Si en el pasado reciente ya demostramos ser un país que tiene todo para crecer, para que sus ciudadanos tengan un buen pasar, y para derrotar los flagelos de la seguridad, los problemas en educación, salud, vivienda… la pregunta salta de inmediato: ¿Dónde están quienes deben fiscalizar las irregularidades denunciadas?, y concretamente, ¿dónde están los Partidos políticos y los parlamentarios?
Las veces que esta inquisidora pluma ha formulado esta pregunta, la respuesta ha sido siempre la misma: “no nos pescan, no responden a nuestros requerimientos y, si lo hacen, es en forma torcida, dilatoria y exclusivamente limitada a aspectos de forma… porque de fondo, nada”.
Pensando positivamente, resulta indispensable una actitud decidida y categórica de nuestros políticos para terminar con estas malas prácticas. ¡Luego será tarde! Es necesario “destetar” ¡ahora! a los “parásitos” que tienen a nuestra “loba Estado” en la inopia…”.
Que se sepa: “Roma fue grande porque la amaron, no la amaron porque fue grande”. Nuestro país será grande cuando lo hagamos crecer, y cuando nos comprometamos a luchar por un estado más pequeño, eficiente y focalizado en los sectores más vulnerables.
Por Cristián Labbé Galilea
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