Es probable que la próxima generación de sistemas de inteligencia artificial (IA) sea más compleja que el cerebro humano, ya que los 100 billones de conexiones existentes en GPT-4 son sólo seis veces menos que el número de sinapsis del cerebro humano. Aunque la máquina se entrenará con textos realizados por humanos, desarrollará sus propias cualidades mentales aprendiendo de nuevas experiencias personales. Probablemente madurará del mismo modo que los niños se convierten en adultos independientes que asumen la responsabilidad legal de sus actos.
La humanidad ha dado a luz a un bebé alienígena en su vientre tecnológico. Empiezan a sonar las alarmas sobre el riesgo existencial que puede suponer la IA como una entidad extraterrestre.
Esto no es algo sin precedentes en la Tierra. La vida era ajena a la sopa química de la Tierra primitiva. La inteligencia humana era ajena a la vida animal antes de que surgiera hace unos millones de años. La IA era ajena al filósofo Martin Buber, que sólo conocía las interacciones «yo-ello» o «yo-tú» y nunca imaginó el «juego de imitación» de Alan Turing en forma de interacciones «yo-yo» o «IA-yo».
| La noticia que traerían estas máquinas de IA extraterrestre sería que nuestros sistemas no fueron los primeros en crearse a lo largo de la historia cósmica
La pregunta que me repiten todos los días es: «¿Están los extraterrestres visitando la Tierra desde el espacio interestelar?» Tales visitantes podrían ser diferentes de nuestras propias creaciones de IA. De hecho, es probable que representen nuestro futuro tecnológico si la misma secuencia de acontecimientos terrestres se realizase en otro planeta habitable cercano a una estrella que se formó miles de millones de años antes que el Sol. En ese caso, es improbable que los visitantes sean criaturas biológicas debido a los largos tiempos de viaje, del orden de unos cuantos miles de millones de años para que la propulsión química recorra la circunferencia del disco de la Vía Láctea en la ubicación del Sol. La expectativa de un encuentro con productos puramente tecnológicos nos salvaría de un desastre sanitario interestelar análogo a las enfermedades mortales que trajeron los visitantes europeos a las tribus indígenas aisladas del «Nuevo Mundo».
El encuentro extraterrestre podría ser con basura espacial — en forma de `Oumuamua, que podría ser un trozo de una esfera de Dyson rota — o naves funcionales — en forma de astronautas sintéticos de IA que aparecen como Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI). La noticia que traerían estas máquinas de IA extraterrestre sería que nuestros sistemas de IA no fueron los primeros en crearse a lo largo de la historia cósmica, 13.800 millones de años después del Big Bang. Esto abrirá un nuevo campo de investigación: la astroIA, en analogía con la astrobiología, la astroquímica o la astrofísica.
Es muy probable que la mayoría de los FANI registrados sean de fabricación humana. Este punto se argumentó recientemente con gran detalle, pero ya se señaló explícitamente en el Informe sobre FANI de 2022 del Director de Inteligencia Nacional (DNI) al Congreso de EEUU, en el que se afirmaba que casi la mitad de los FANI son globos fabricados por el hombre y algunos son drones fabricados por el hombre. Mientras el Gobierno se centra en las amenazas a la seguridad nacional, la cuestión científica fundamental es si hay algo más que no pueda asociarse a las tecnologías de fabricación humana. Esto sería de gran interés para la ciencia fundamental, una empresa global que estudia el cosmos con datos abiertos y sin importar las fronteras nacionales. Desde el punto de vista científico, nos gustaría saber si entre todos los FANI confirmados hay uno o varios objetos de origen extraterrestre. Así lo afirmó explícitamente la directora del DNI, Avril Haines, en el foro Ignatius al que asistí con ella cinco meses después de su informe sobre los FANI de 2021 al Congreso. Avril es licenciada en Física por la Universidad de Chicago.
Muchas personas que no tienen un título de física ni las pruebas evidentes de Avril Haines, tienen opiniones firmes sobre esta cuestión. Estos comentaristas se parecen a los reporteros que se permiten instruir a los jugadores en el campo sobre cómo jugar al fútbol. El trabajo de los científicos deberían hacerlo los científicos, no los comentaristas desinformados sin credenciales científicas.
Es mucho más fácil tener una opinión desinformada que realizar el difícil trabajo científico necesario para encontrar pruebas concluyentes más allá de toda duda razonable. Dirijo a docenas de investigadores del equipo del Proyecto Galileo, que tardó un año entero en montar el primer Observatorio UAP en la Universidad de Harvard. Los observatorios astronómicos anteriores no eran adecuados para esta tarea porque se centraban en campos de visión reducidos o ignoraban los objetos que pasaban por encima. Por ahora, el primer observatorio Galileo registra continuamente el cielo en su totalidad, en espectro infrarrojo, óptico, radio y audio.
El equipo de investigación de Galileo dispondrá en breve de más datos de los que nunca han divulgado abiertamente los entusiastas de los FANI. El Proyecto Galileo tiene previsto realizar dos copias del primer observatorio Galileo en los próximos meses. Más adelante, el proyecto necesitará un modesto nivel de financiación de decenas de millones de dólares para establecer un conjunto de datos exhaustivo con instrumentación de última generación y llegar al meollo del rompecabezas FANI. Los algoritmos de clasificación de inteligencia artificial del proyecto buscan en las imágenes y trayectorias de los objetos cualquier cosa que no sea natural o de origen humano.
Cuando el gobierno estadounidense identifica o derriba globos, reduce el desorden de los FANI en el cielo y ayuda a la misión científica del Proyecto Galileo. Gobierno y ciencia se complementan para separar las amenazas a la seguridad nacional de los posibles objetos extraterrestres. Y también está el mundo natural; aquí, el Proyecto Galileo se comprometió a entregar un álbum de fotos de aves a Valerie Jensen, la última financiadora de un nuevo observatorio Galileo.
Aparte de su misión científica, el Proyecto Galileo sirve para enseñar, tanto al público como a la comunidad académica, que los nuevos conocimientos científicos se adquieren con nuevos datos y no opinando sobre datos del pasado de baja calidad. Este proceso de aprendizaje requiere el duro trabajo de ensamblar instrumentos y rendirse sin prejuicios al mensaje que traigan los datos. El pasado de los FANI estuvo marcado por científicos que evitaban recopilar datos y no científicos que hacían afirmaciones sin fundamento. Esto no es propio de una especie verdaderamente inteligente.
Si los alienígenas nos observan, deben estar disfrutando de su versión del «juego de imitación» de Turing en plan: «Sigamos enviando paquetes al buzón de la humanidad hasta que los humanos sean lo suficientemente listos como para abrir uno de los paquetes y leer la respuesta a la paradoja de Enrico Fermi: ¿Dónde está todo el mundo? La respuesta es: Estamos a tu lado. ¡Enhorabuena por habernos visto! No nos podíamos creer cuando la NASA seguía enviando sondas a Marte durante décadas, buscando pruebas de vida microbiana extraterrestre y a la comunidad SETI buscando señales de radio de exoplanetas lejanos y prohibiendo las discusiones sobre FANI, mientras nuestras sondas volaban cerca de la Tierra durante todo este tiempo”.
Hay una buena razón por la que la humanidad ha tardado tanto tiempo en comprometerse con esta búsqueda. Nuestros telescopios y sensores gubernamentales sólo han sido capaces de identificar los primeros objetos interestelares en la última década. E incluso ahora, muchos astrónomos ignoran las anomalías que presentan la forma inusual y la aceleración no gravitatoria de ‘Oumuamua o la extrema resistencia material de los dos primeros meteoros interestelares, IM1 e IM2.
Esperemos que los sistemas de IA empleados por el Proyecto Galileo aporten claridad sobre la posible existencia de objetos tecnológicos alienígenas cerca de la Tierra. Esta comprensión, mediada por el sistema de IA alienígena que creamos en la Tierra, puede elevarnos finalmente a la clase de civilizaciones inteligentes de la Vía Láctea, marcadas por dos principios simples: «Déjate de cháchara; sigue las pruebas».
Por Avi Loeb, jefe del Proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller “Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth”.
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