Llega septiembre, y empiezan a cobrar vida las tradiciones patrias; aparecen las banderas (pocas a decir verdad), la publicidad destaca lo “típico chileno”, el asadito, las ramadas, el circo, ya vendrá la Parada Militar, donde “la izquierda y la derecha unidas” aplaudirán sin ningún pudor a las FFAA. Por algunos días, sentiremos que somos una nación orgullosa de su historia y su pasado… ¡un sueño!, bajo el cual subyace la pesadilla de la división, la polarización y la ideologización.
Lejos de querer “aguar” ese patriótico sueño, esta pluma no puede ocultar su desvelo al enterarse que, en estos días, en el penal Punta Peuco ha fallecido otro octogenario soldado, un suboficial del Ejército, producto de una penosa enfermedad terminal, sin que haya recibido de parte de sus cancerberos la más mínima consideración humanitaria; simplemente… se le dejó morir.
Concurren en esta injusticia muchas instituciones y personas, que tienen la responsabilidad de garantizar a toda persona privada de libertad el derecho a recibir un trato digno de acuerdo con los principios del Derecho Internacional. En este caso, como en otras situaciones similares, dichas garantías han sido conculcadas exclusivamente para los militares, quienes, además de ser procesados por un sistema obsoleto, injusto e inquisidor, son personas sobre los 80 años.
Claramente, en el trato que se ha dado a los militares en nuestro país, la ideología y la polarización han “tirado al tacho de la basura” la justicia justa, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley y, por qué no decirlo con claridad, la cultura de la misericordia y de todo acto con visos de humanitarismo. Muy lejos de las actuales autoridades está cualquier iniciativa que promueva la reconciliación y el reencuentro entre los connacionales. ¡El odio y la venganza son más fuertes!
Se equivoca, mi patriótico lector, si piensa que esta pluma se ha debilitado al pedir “compasión” y “humanidad” para esos viejos batallones olvidados… pedir justicia no es debilidad y menos aún cobardía: es simplemente demandar que se aplique la cultura de la misericordia, la que ha caracterizado históricamente a la sociedad cristiano occidental y al hombre libre. Práctica que parece habérsele olvidado a nuestra querida iglesia.
Que nada nos mueva a equivocas interpretaciones: la muerte en cautiverio del octogenario Suboficial Fernandez Monge (QEPD) da cuenta, precisamente al iniciarse el mes de la patria, que después de 50 años aun vivimos en una sociedad anclada en el pasado, donde prevalece una inocultable cultura del odio, el desencuentro y la cancelación.
Una última reflexión inspirada en lo que representa septiembre en nuestra historia, y más allá de las luces y las sombras que situaciones como las descritas generen en el alma de nuestros contertulios: resulta inaceptable que “nadie se atreva a levantar la voz” para denunciar que a los viejos soldados que, hace medio siglo. dieron libertad y prosperidad al país; les están violando su dignidad y sus derechos humanos a vista y paciencia del Poder judicial, el Poder Político, y de la sociedad en general.
Por Cristián Labbé Galilea
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