«Quedé más preocupada de como comenzó esta discusión», expresó la senadora Carmen Gloria Aravena (Partido Republicano), presidenta de la Comisión de Familia, Infancia y Adolescencia de la Cámara Alta, al concluir la sesión dedicada a examinar las directrices para la terapia hormonal en menores de edad en el proceso de transición de género.
Durante la sesión, la subsecretaria de Salud, Andrea Albagli, presentó los detalles de la terapia.
Sin embargo, al igual que Aravena, la senadora Loreto Carvajal (PPD) manifestó su disconformidad: «Me quedo absolutamente más preocupada que antes, porque siento que ese vacío (legal) nos lleva a que incluso cualquiera que representa a un menor pueda determinar su vida y su sexo, y creo que eso no es lo que queremos para nuestros niños y niñas».
Los cuestionamientos al Programa de apoyo a la identidad de género (Paig) y al Programa de Salud Trans (PST) emergieron hace meses, cuando el informe realizado en Reino Unido y conocido como Cass Review, reveló que los bloqueadores de pubertad en menores carecen de evidencia sólida sobre sus beneficios y suscitan inquietudes sobre posibles daños a largo plazo.
En respuesta a las crecientes inquietudes de los senadores, se decidió profundizar en el estudio del tema. Mientras tanto, en la Cámara de Diputados, una comisión investigadora ya está trabajando en el asunto.
La senadora Aravena (Partido Republicano) dijo que «voy a sugerir a los senadores la posibilidad de revisar también el proyecto de ley original y ver cómo incorporamos definitivamente la labor con mayor profundidad al tema del derecho de los padres (…) creo que un tema tan delicado como este debió haber tenido mucho más análisis y quizás un trabajo legislativo, más que un programa solamente del Gobierno».
Programa de Apoyo a la Identidad de Género (Paig)
Durante la sesión de este lunes, Albagli explicó que «el programa de acompañamiento de identidad género, al estar orientado tanto a los niños, niñas y adolescentes, como a su familia, se requiere el consentimiento informado de todos los participantes. Lo que no quiere decir que sea un requisito de acceso el consentimiento de los padres sobre la participación del niño, niña o adolescente en el programa, dado que es el niño, niña o adolescente el titular del derecho consagrado en la ley de identidad y género».
¿Por qué es que es obligatorio sólo informar y no pedir la autorización?
«Eso es porque en el caso de que la voluntad del niño o el adolescente no coincida con la de sus padres o cuidadores, podría implicar un riesgo para el interés superior del niño y una restricción a su autonomía progresiva, que es un derecho también resguardado en el reglamento. Conforme a este principio, todo niño, niña o adolescente puede ejercer sus derechos por sí mismo, en consonancia con la evolución de sus facultades, su edad y madurez. El rol del padre, madre, representante legal o cuidador del niño o adolescente en este aspecto, es prestarle orientación y dirección en el ejercicio de sus derechos», agregó la subsecretaria de Salud.
Sobre la edad de ingreso al programa, Albagli indicó que «ni la ley ni el reglamento instauran una edad mínima para el inicio de acompañamiento. No existe edad mínima. La única edad mínima que está contemplada es la de los documentos orientadores del programa específico que se refiere desde los tres años pero la ley incluso no implica un límite como ese. Y esto tiene una buena razón y eso es que la construcción de la identidad de género es un proceso que se inicia tempranamente en la vida de las personas».
«De acuerdo a la evidencia disponible, la mayoría de los niños desarrollan la capacidad de etiquetar grupos de género y usar etiquetas de género en su discurso entre los 18 y los 24 meses. A los tres años, la mayoría de los niños tienen un sentido estable y manifiestan su identidad de género, sea esta cisgénero o transgénero», argumentó.
En esa línea, Albagli dijo que «existen otros ámbitos en salud en los que se ha reconocido en base a la autonomía progresiva, la capacidad de consentir a menores de edad sobre acciones o prestaciones de salud. A modo de ejemplo, el acceso a la anticoncepción de emergencia, el examen de VIH, el testeo de covid-19, a la interrupción voluntaria del embarazo entre causales, entre otros».
«Cualquier persona que esté en esta mesa, que haya estado cerca de un niño, no le extrañaría que, por ejemplo, un niño de sexo biológico hombre, se refiere a sí mismo como un varón, a los tres años, ‘soy un niño’, y eso no le llamaría la atención a nadie. Ni le parecería probablemente que sea muy apresurado que se considere a sí mismo un varón, un niño de sexo biológico hombre, o al contrario, una niña de sexo biológico mujer. Es lo mismo cuando la identidad es transgénero que cuando es cisgénero, no se presentan necesariamente a edades distintas», añadió.
/gap