Al cumplirse dos años desde la derrota del Presidente Boric en el plebiscito constitucional del 2020, su gobierno enfrenta ahora las elecciones de gobiernos locales, que por constituir comicios de medio término tradicionalmente anticipan los resultados de las próximas parlamentarias y presidenciales.

Los chilenos, que lo eligieron con una clara mayoría, transcurrida más de la mitad de su mandato no están para nada conformes con el gobierno del Presidente Boric. Dos flagelos recorren el país: una criminalidad desbordada y fuera de control; y un deterioro de la situación económica que ha empobrecido a las familias chilenas y afectado su calidad de vida. Ambas situaciones no tienen visos de una pronta solución ni se avizora una recuperación de los niveles de empleo, cuestión que preocupa seriamente a la población.

La centroderecha

Así las cosas, considerando además que a nivel mundial las ideas y propuestas de la derecha viven un buen momento pues ponen acento en la mantención del orden público, el control de la migración y el crecimiento económico, una mirada superficial diría que la centroderecha debiera obtener importantes victorias en las próximas elecciones.

Pero la cosa no es tan simple. Una de las cuestiones que lo explican es que, si bien la población resiente la mala gestión del gobierno, no tiene una buena opinión de los políticos en general. A ello contribuyen las numerosas situaciones que desprestigian la labor parlamentaria y municipal, casos de corrupción, de otro tipo de abusos y una frivolidad en el debate que irrita a la población. Por supuesto todos los políticos no actúan así, pero esa es la opinión que prevalece.

La falta de cumplimiento del gobierno en la agenda de seguridad ciudadana es irritante. Temas tan importantes como las RUF (Reglas de Uso de la Fuerza) de las instituciones armadas siguen pendientes, transformando toda la discusión acerca de la forma de enfrentar el poder de fuego de los narcotraficantes en palabrería inútil. Pero los políticos de la centroderecha no hacen exigencias perentorias en la materia. Los proyectos del gobierno en el ámbito económico van en la dirección de destruir empleos, no de crearlos, excepto que se trate de posiciones bien remuneradas para sus partidarios y de dudosa productividad en el sector público.

La ciudadanía no ve una oposición presionando al gobierno, que lo emplace y defienda con fuerza soluciones alternativas a los problemas. El vértigo por llegar a acuerdos impide diferenciarse del gobierno. En materia económica se discuten agendas socialistas como el reparto en pensiones y la creación de nuevos servicios públicos en lugar de disminuir la regulación paralizante.

Otro factor que aleja al electorado de centro y de derecha de sus políticos es su dificultad para llegar a acuerdos internos entre los partidos del sector. La generosidad que se exhibe en los acuerdos con el adversario se echa de menos a la hora de pactar con los aliados. Chile Vamos sigue, amparado en su mayoría parlamentaria, comportándose como partido grande en las negociaciones municipales y regionales con Republicanos, Demócratas y Amarillos, dificultando los acuerdos. Republicanos por su parte, se comporta como partido chico siendo que lo más probable es que en los próximos comicios sea mayoritario. Lo decimos porque con ello el PR no asume la responsabilidad que debe tener el partido mayor. Todo eso dificulta las negociaciones y llevó a una plantilla subóptima para las elecciones.

Un elemento particular agrega complejidad a la gestión política de la centroderecha: en la carrera presidencial Evelyn Matthei tiene una ventaja importante sobre José Antonio Kast y cualquier candidato o candidata que represente al centro. Dada la situación distinta respecto al escenario de elecciones locales, el desafío es convertirlo en una oportunidad más que en un problema.

La izquierda

La derrota en el plebiscito que desechó el proyecto de la convención constitucional el 2020, fue la más grande de la izquierda desde el gobierno de Salvador Allende. En ambas ocasiones, la desmesura y el afán refundacional tuvieron mucho que ver. La derecha, también en las dos oportunidades, tomó el camino de la unidad con sectores del centro para oponerse a esa refundación, incluso con sectores de centroizquierda en la segunda oportunidad.

Ese es el escenario que hay que recrear, y Demócratas y Amarillos parecen dispuestos a ello. La derecha, que gusta de usar la palabra patriotismo, debiera darse cuenta de esa oportunidad.

Como es evidente, el horror que viven los venezolanos ha abierto una grieta en la izquierda y en el gobierno. La posición del Partido Comunista es intragable para cualquier demócrata. Boric ha interpretado bien la situación hasta ahora y los malabares de las ministras Camila Vallejo y Jeannette Jara y del ministro Cataldo no dan para más. Las cuerdas separadas que pretende gestionar el Presidente Boric limitan con la hipocresía. Para desgracia de los venezolanos, esta situación puede prolongarse por bastante tiempo y ello amenaza con romper la hegemonía que han ejercido el Frente Amplio y el Partido Comunista en la coalición gobernante, y que ha relegado al PS y el PPD a un rol secundario, pese a las importantes carteras que ocupan. Continuar así no tiene sentido alguno para los sectores moderados del gobierno, pues el PC y el FA se atrincheran en el tercio duro de apoyo a Boric y ellos en cambio quedan sin pan ni pedazo. Veremos si la llamada centroizquierda hace valer sus fueros y deja de ser comparsa en la coalición de gobierno.

Recrear el escenario del 4 de septiembre de 2022 es el peor escenario para la izquierda y el mejor para la centroderecha y el centro. Ojalá que quienes lograron la victoria hace dos años tomen razón de ello y cumplan con lo que sus partidarios exigen para poner término a este oscuro período de la política chilena.

Por Luis Larraín, economista, para El Líbero

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