En su tercer viaje a la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Presidente Gabriel Boric ya tiene una imagen internacional construida. Reconocido como un líder que defiende los derechos humanos, pero que es mucho mejor hablando que haciendo cosas para avanzar esa causa, Boric genera poco interés entre los líderes del mundo interesados en cambiar el statu quo. Como suele ocurrir en las giras internacionales del Presidente, Boric aprovechará este viaje a Nueva York para tratar de reponer sus prioridades en la agenda chilena más que para hablarle a una comunidad internacional que tiene poco interés en escuchar lo que tiene que decir el Presidente de Chile.

Es verdad que, en un contexto regional dominado por líderes de izquierda que parecen menos comprometidos con la defensa de la democracia de lo que parece razonable y por líderes de derecha que gustan más de las polémicas que de construir consensos, Boric no tiene mucho espacio para maniobrar. La voz de los líderes de América Latina, el brasileño Lula da Silva y el mexicano Andrés Manuel López Obrador, que está a días de dejar el poder, deja en claro que no hay mucho interés en liderar soluciones a los problemas inmediatos que enfrenta la región, como la crisis política y humanitaria en Venezuela, la crisis de migración hacia Estados Unidos en América Central, los crecientes niveles de violencia y el retroceso democrático en otros países. Aunque hay líderes que hacen más ruido y llaman más la atención, como el Presidente argentino Javier Milei y el líder salvadoreño Nayib Bukele, la región no habla con una sola voz y ha sido incapaz de mostrar liderazgo para hacerse cargo de los problemas que existen en el continente. Por eso, por más entusiasmo y convicción que tenga Boric al hablar en Nueva York, su voz apenas se escuchará en el coro descoordinado de voces que hablen desde América Latina al mundo.

A diferencia de los discursos anteriores, Boric tampoco tendrá mucho que decir sobre lo que ha hecho en sus casi tres años en el poder. En septiembre de 2022, en su primera alocución, Boric habló del proceso constituyente, explicó la derrota oficialista ocurrida en el plebiscito del 4 de septiembre, unos días antes de su discurso, y aseguró que Chile pronto tendría una nueva Constitución que iba a representar a todo el país. En cambio, en su discurso de 2023, Boric se centró en la conmemoración del quincuagésimo aniversario del golpe militar. En una defensa de la democracia, Boric criticó al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, llamó a levantar las sanciones a Nicolás Maduro y ayudar a que hubiera elecciones competitivas en Venezuela y pidió el fin del embargo a Cuba -sin tomar el tiempo para decir que Cuba es también una dictadura. El discurso de Boric luego se centró en el cambio climático y en el llamado a dotar al rápido cambio tecnológico que experimenta el mundo de una dimensión de respeto a los derechos humanos. Como entonces ya había fracasado el esfuerzo de su gobierno por impulsar una conmemoración de los 50 años del quiebre de la democracia que uniera al país -en buena medida porque el Partido Comunista buscó apropiarse del púlpito de la superioridad moral en el ejercicio de reflexionar sobre los errores y fallas que llevaron a la élite política al quiebre de la democracia- Boric tampoco tenía mucho que decirle al mundo.

Si en 2022, Boric fue a reportar a la ONU el fracaso del proceso constituyente, en 2023 el Presidente Boric se quedó sin mensaje después de que su gobierno fracasó estrepitosamente en realizar una conmemoración del quincuagésimo aniversario del golpe que estuviera a la altura de las circunstancias.

En su tercer viaje a la ONU, Boric tampoco tiene mucho que decir sobre los logros de su gobierno. Con el país sumido en una crisis de inseguridad, con muy pocos avances en las reformas tributarias y de pensiones -los dos objetivos centrales de su gobierno- y con nada que mostrar en desarrollo económico o innovaciones a favor de la defensa de la democracia y los derechos humanos, Boric llega a la Asamblea General de la ONU como un alumno que se presenta en clases sin haber hecho la tarea.

Pero el Presidente Boric, que gusta de la plataforma de los discursos y demuestra que la palabra le fluye fácil para hablar del compromiso con la democracia, el desarrollo y el cambio climático, probablemente hablará con la misma convicción de saber que tiene el corazón en el lugar correcto y que tiene buenas intenciones para el futuro del país.

Lamentablemente, con tres años en el poder, su gobierno ya es evaluado más por los resultados que por las buenas intenciones. La comunidad política internacional ya está acostumbrada a los líderes que hablan mucho y hacen poco. Aunque el Presidente Boric se esmere en tratar de figurar en la arena internacional, su gobierno ya huele a gladiolos.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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