A una cuadra del Congreso se encuentra el clásico restaurante O’Higgins, famoso por sus arrollados, lenguas, pichangas, pescados y carnes a las brasas. Tiene apartados con mesas para cuatro personas, que se cierran con una cortina, perfectos para hacer reuniones reservadas.

  • Muy concurrido por políticos, el miércoles a las 2 de la tarde llegó Gonzalo Winter, quien saludó a los garzones. No se quedó mucho rato porque a las 2.30 se acababa el receso de la Cámara de Diputados tras una larga mañana en que las defensas de los jueces Ángela Vivanco y Sergio Muñoz intentaron en vano convencer a los parlamentarios de que había una cuestión previa que impedía acusarlos constitucionalmente.
  • La jornada del miércoles empezó con cierto desorden: muchos diputados se paraban y conversaban a viva voz como si fueran compañeros de curso que se ponen al día luego de vacaciones. Pero esto no era una reunión escolar y llamaba la atención la manera en que Carmen Hertz hablaba intensamente con Tomás Hirsch.
  • A pocos metros Winter se reunía con cuatro parlamentarios y gesticulaba en una charla animada. La bancada de la derecha destacaba por la aparente ausencia de varios diputados. Nadie parecía poner atención a la presidenta de la Corporación, Karol Cariola, que anunciaba los alegatos de la defensa de Ángela Vivanco.

Mala conducta. Las bases mínimas de la buena educación obligan a escuchar en silencio a quien va a hacer un discurso o alocución, pero este miércoles en la Cámara, en el edificio del Congreso Nacional, que es la puerta de entrada de los turistas que llegan al Puerto en bus, varios parlamentarios parecen olvidar esa regla elemental.

  • Antes de comenzar el alegato del abogado Juan Carlos Manríquez, representante de Vivanco, ocurre un chascarro. Un diputado dice que quiere poner una queja fuerte porque alguien habló de “presidente nefasto”. “Exijo que se retire esa frase ofensiva”, dijo. Pero desde la testera lo corrigieron: “No se dijo presidente nefasto sino precedente nefasto”. Las risas abundan.

Ruido ambiente. El abogado Manríquez intenta derribar las acusaciones, pero pocos lo escuchan. Hertz mira su celular, mientras el abogado habla de Voltaire y su idea de defender con la muerte el derecho de expresar una idea, aunque no la compartas. Habla de que la acusación es el fin de la civilización y el inicio de la barbarie.

  • Sus palabras no hacen eco en los parlamentarios. Maite Orsini saluda a algunos compañeros y conversa con Winter y otros. Por momentos no dejan escuchar las palabras de Manríquez. La mayoría de los diputados consultan sus celulares. De pronto Hertz se para y se va a hablar con otro diputado.
  • Manríquez cita a Aristóteles, pero Orsini y Winter siguen conversando. Incluso Karol Cariola se levanta para conversar con algunos colegas. El ruido ambiente es alto, pero nadie llama al orden. El abogado de Vivanco dice que se han vulnerado los derechos fundamentales de su defendida. Es más, advierte que estamos frente a una causa de Derechos Humanos.

La presidenta. En ese momento Cariola se va de la sala. Manríquez, sin saber que ella se fue, porque la testera está a su espalda, se sigue dirigiendo a la “presidenta”. De pronto, una parlamentaria grita: “¡Es señor presidente, no presidenta!”. Varios se miran entre sí.

  • Si hubiera sido un curso escolar, alguien debería haber hecho un llamado al orden, pero extrañamente no sucedió. Le tocó el turno a Jorge Correa Sutil, abogado de Sergio Muñoz, quien fue tajante en criticar la debilidad de la acusación contra su defendido. Usó adjetivos fuertes. Dijo que era inmoral, aberrante el libelo, porque se acusaba a dos personas al mismo tiempo. “Es una situación inédita, anómala, acusar a dos personas por causas conexas. Si se acepta, es una violación a los derechos humanos”, concluyó.

Izquierda indignada. La última frase, relativa a que acusar conjuntamente a Vivanco y Muñoz es equivalente a violar sus derechos humanos, despertó a la bancada de izquierda y los sacó de sus celulares. Varios gritaron: “Cómo puedes decir eso, es una afrenta”; “¿Qué se cree usted?”; “Yo tengo una familia asesinada por la dictadura y no le acepto eso”, dijo Eric Aedo.  Y cosas peores. Correa Sutil se quedó en silencio, recibiendo una andanada de comentarios. Esperó que se calmara el asunto y salió caminando. Saludó a Carmen Hertz y a Tomás Hirsch.

  • Hubo un receso de dos horas y los ánimos ya estaban un poco calmados. Sin embargo siguió el bullicio. Esta vez desde la testera llamaron al silencio dos o tres veces. Eso permitió escuchar mejor los nuevos alegatos de Manríquez y Correa Sutil. Pero el cansancio empezó a apoderarse de los diputados.
  • El diputado Jorge Alessandri dice: “No me parece que sea una violación a los derechos humanos juntar dos acusaciones: se hizo en los 90 con Cereceda y otros tres supremos”. Respecto al desorden de los diputados durante los alegatos, comenta: “Las sesiones duran seis horas todos los días y es normal que estén muchos en otra cosa. Pero es feo y está mal”.

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