El Telescopio Espacial Webb no encontró pruebas de una atmósfera en uno de los siete rocosos planetas del tamaño de la Tierra que orbitan una estrella cercana.
Los científicos dijeron que eso no es buen augurio para el resto de los planetas en este sistema solar, algunos de los cuales están en el punto ideal para albergar agua y potencialmente vida.
El equipo dirigido por la NASA reportó poca existencia de atmósfera, si acaso, en el planeta más recóndito del sistema trapense, a 40 años luz de distancia. Los investigadores usaron una técnica especial orientada a un planeta cálido como este. Los resultados fueron publicados en la revista Nature.
La falta de una atmósfera significaría que no hay agua ni protección de rayos cósmicos, informó Thomas Greene de la NASA, el investigador líder.
En cuanto a los otros planetas que orbitan la pequeña y débil estrella trapense, “habría sido más optimista acerca de que los otros” tuvieran atmósferas si este la tuviera, dijo Green en un correo electrónico.
Ya que este planeta más recóndito es bombardeado por radiación solar, cuatro veces más de lo que la Tierra recibe de nuestro sol, es posible que la energía adicional sea el motivo por el cual no hay atmósfera, señaló Greene.
Muchas observaciones están planeadas no sólo para este planeta, sino para los otros en el sistema trapense.
La semana pasada, el telescopio espacial James Webb captó el esquivo preludio de una estrella antes de morir como supernova.
La estrella es WR124, está ubicada a 15.000 años luz en la constelación de Sagitario, tiene treinta veces la masa del Sol y hasta ahora ha arrojado material equivalente a diez soles. A los ojos del Webb se muestra como explosión de colores dorados, rosas y lilas de gas y polvo cósmico.
La luz infrarroja en la que observa el telescopio permite ver el característico halo de gas y polvo que enmarca la estrella, mostrando una estructura nudosa y un historial de eyecciones episódicas, señala la NASA en un comunicado.
A pesar de ser el escenario de una “muerte” estelar inminente, los astrónomos también miran a las estrellas Wolf-Rayet en busca de nuevos comienzos, pues en las turbulentas nebulosas que las rodean se forma polvo cósmico, que está compuesto por los elementos pesados que constituyen el Universo moderno.
Durante la fase Wolf-Rayet, que dará paso a un supernova, la estrella se desprenderse de sus capas externas, dando lugar a sus característicos halos de gas y polvo.
Pero se trata de un periodo muy breve y no todas las estrellas pasan por él, de ahí que las nuevas observaciones sean muy valiosas para los astrónomos.
A medida que el gas expulsado se aleja de la estrella y se enfría, se forma polvo cósmico, que puede sobrevivir a la explosión de una supernova.
Ese polvo es parte integrante del funcionamiento del Universo, pues albergará estrellas en formación, se reunirá para ayudar a formar planetas y sirve de plataforma para que se formen y agrupen moléculas, incluidos los componentes básicos de la vida en la Tierra.
A pesar de las muchas funciones esenciales que cumple el polvo, en el universo hay más del que pueden explicar las teorías actuales sobre su formación.
(Con información de AP y EFE)
/psg