En estos días hemos visto cómo la cloaca se abrió extendiendo hedores y podredumbre por doquier. Ya no hay moral, no hay decencia y menos fineza. Lo “rasca” y “penca” se adelantó a lo inmoral y hasta lo potencialmente criminal. Los supuestos “altos estándares morales” que auguraban algunos tener, se cayeron al piso y dejaron en evidencia que no había estándar alguno, ya que lo bueno y lo malo para muchos, no es más que algo que sirve políticamente. Instrumentalizaron todo. Usaron a reales víctimas para levantar “cortinas de humo”, en la supuesta defensa irrestricta de “la mujer”. Nunca fue eso lo que les importó, ya que desdibujaron lo que la mujer objetivamente es. Defendían cualquier causa que dañara al “enemigo político”. Nunca cuando eso era en las mismas filas.
Jamás les importó la verdad, ni el bien. El “hermana yo te creo” sólo era una consigna que se levantaba por conveniencia. El “feminismo” era de cartón, una escenografía para un patético espectáculo. Lo banalizaron todo, hasta el sentido del poder. La “picantería” dejó en evidencia el significado mismo de esa expresión.
Comenzamos discutiendo si “las señoritas de la política” podían o no desvestirse para lucrar desde la prisión preventiva. Por supuesto que se puede trabajar desde la casa, pero no todo trabajo es digno y tampoco lo “chabacano” puede ser ejercido por personas públicas que han estado y buscan estar en la política. La banalización de la política es evidente. El ser humano siempre ha buscado guía y liderazgo. Ha puesto su confianza en supuestos “prohombres” para lograr una mejor sociedad, velando por el bien para así lograr la felicidad.
En el pasado, los políticos intentaban mostrar una vida intachable, quien faltara a la moral y las buenas costumbres, quien no fuese una guía moral para otros, era mal visto y sepultado por la propia política. Se hablaba de “honorables” diputados y senadores, ya que debían ser un ejemplo para orientar al país hacia algo mejor. Había un cierto estatus. Hoy, no hay ninguno. Las autoridades tienen el poder legal, pero dejan todo que desear. No son modelo de nada, sólo de lo que uno no quiere ser. La banalización es total, han convertido lo sobresaliente y novedoso, en algo mediocre, no sólo común y corriente, sino en “lo indeseable”.
Es similar a lo que pasó en “los reality” con el concepto de “vip”. Se degradó tanto, que pasó a ser lo que no se quiere ser. Hoy pocos de valía quieren ser políticos. La degradación es tal que se relaciona política con bajeza, vulgaridad, la ordinariez e incluso la vileza. Por supuesto que como siempre caen los justos con los pecadores. No todos los políticos son malos, pero las faltas a la moral y a la decencia son de tal magnitud, que la cloaca salpica con sus mugres a muchos. No todos los políticos son malos, pero sí muchos malos se dedican a la política. Como decía G.K. Chesterton, “si tu inteligencia no da para mucho, siempre tienes la opción de hacerte político”. Es una ocupación en la que, a falta de mérito, basta una “buena labia”. Los partidos políticos no filtran con estándares morales, sino electorales. Hoy estamos cosechando.
En esta crisis, ni el Presidente dio el ancho. Su falta de prudencia, su incontinencia verbal y su disociación con la realidad dañan a la República. Chile sangra de las heridas infligidas por malas personas, por engrandecidos y obnubilados por el poder que se creen sobre el bien y el mal. Los eventos de estos días hacen preguntarse si la falta de ética, la costumbre por hacer el mal y justificarlo como bien, ha permeado todo.
Pareciera ser que no hay esperanza, pero siempre la hay. Dios estuvo dispuesto a salvar a Sodoma y Gomorra si había un hombre justo, ahí no lo encontró y por eso la destruyó. Es por eso que no podemos olvidar que, si los buenos no hablan, no condenan y están dispuestos, a pesar de todo, a reemplazar a quienes no dan el ancho, Chile se condenará para siempre. La podredumbre de la cloaca es un cáncer mortal para la República, la causa de esta degradación está en haber llevado al poder, desde el voto, a quienes no tienen sentido de verdad, ni bien, a personas sin moral.
Recuperemos la política, que es una actividad necesaria, volvamos a exigirle a quienes viven de nuestros impuestos y se deben a nuestros votos, estándares morales básicos. No basta que se ajusten a la a ley, cosa que de hecho muchas veces no hacen; deben ser prohombres, ejemplos y líderes, si no, mejor que no sean. Este fin de semana no aporte a la cloaca, ayude a elevar el estándar.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero
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