A los agoreros les resultará difícil explicar por qué fallaron en sus predicciones sobre las elecciones en Estados Unidos. No faltará quien culpe a “Peanut”, popular ardilla, sacrificada por las autoridades demócratas de Nueva York, porque mordió a una persona, lo que la convirtió en “el símbolo de la libertad republicana”. Elon Musk, partidario de Trump señaló: “_Vota Peanut… vota libertad”_ y el VP J. D. Vance sostuvo: _“el mismo gobierno al que no le importan los inmigrantes ilegales no quiere que tengamos mascotas…”._
El caso fue tema, pero no como para justificar los prejuicios y los sesgos de quienes no supieron interpretar las preocupaciones del “gringo” común, para quien un triunfo Demócrata resultaba una amenaza al espíritu y al sentimiento americano (The american way of life). A pesar de lo excéntrico -incluso chocante- que resultaba para algunos la personalidad del candidato, votó por lo que estaba en juego.
Fueron sus ideas, y no la facha, lo que definió la victoria de Trump. Recordé lo que, cantadito, me comentó un parroquiano argentino cuando justificó su voto por Milei… “_che, mirá, la pinta es lo de menos, Milei es un loco bueno”._ Luego de una larga perorata sobre los valores que representaba su candidato, concluyó con un duro golpe a mi orgullo… “_la facha afecta cuando no hay ideas, cuando estás frente a un maniaco, a un chiflado, qué más te digo, si vos lo estas viviendo”._
Cuanta verdad había en esa certera reflexión. Ambos Presidentes representan, a excepción del nuestro, los valores esenciales de la cultura occidental que dieron origen a nuestras centenarias republicas: vida, libertad, y propiedad.
Son esos valores los que hoy vemos amenazados. Es ahora, y no después, cuando necesitamos liderazgos que defiendan la familia, y enseñen que progreso y crecimiento -no impuestos- son el único camino para conseguir el bienestar.
Necesitamos dirigentes políticos que se opongan a las ideologías estamentales como la de género, a la perversa patraña de los derechos sexuales y reproductivos -camino encubierto para el aborto libre-, a la educación sexual integral (ESI) para nuestros hijos… Para qué seguir, son tantos los peligros que no caben las ambigüedades.
Entonces no es sorpresa que haya ganado Trump, y que Milei aumente su adhesión; tampoco es novedad que nuestro país, ayer faro de América, hoy se esté convirtiendo en vagón de cola del barrio.
Que la elección de Trump y el progreso que está teniendo Argentina cambiarán nuestra situación, no hay dudas, esa es una realidad, pero “un problema definido está en parte resuelto”. Por lo tanto, la sociedad política y la sociedad civil (empresariado, universidades, centros de pensamiento, etc.) deben “tomar el toro por las astas”.
Por último, esta pluma concluye que lo planteado es la evidencia del globalismo al que nos quieren someter: si no hay patria, tradición ni Dios, habremos perdido la soberanía, y nos puede pasar lo mismo que a la ardilla “Peanut” … ser una víctima más de la izquierda internacional.
Por Cristián Labbé Galilea
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