Las tensiones entre China y Estados Unidos han alcanzado niveles críticos en los últimos años, marcando una nueva era de rivalidad geopolítica que está reconfigurando las relaciones internacionales. Disputas comerciales, tecnológicas y militares han aumentado las fricciones entre ambas potencias, con implicaciones significativas para la estabilidad global.
Uno de los principales puntos de conflicto es la competencia tecnológica, particularmente en torno al desarrollo de semiconductores y tecnología 5G. Estados Unidos ha impuesto restricciones a empresas chinas como Huawei y TikTok, argumentando preocupaciones de seguridad nacional, mientras que China ha respondido fortaleciendo sus propios esfuerzos en innovación y restringiendo exportaciones de minerales críticos.
En el ámbito militar, la situación en el estrecho de Taiwán ha elevado la tensión a niveles alarmantes. Estados Unidos continúa apoyando a Taiwán con ventas de armas y visitas diplomáticas, mientras que China ha intensificado sus ejercicios militares en la región, calificando las acciones estadounidenses como una provocación directa a su soberanía.
Además, el conflicto se extiende a otras áreas, como la guerra en Ucrania, donde China ha mantenido una postura ambivalente, y las crecientes alianzas de Beijing con países en desarrollo, que buscan contrarrestar la influencia estadounidense en foros internacionales.
Analistas advierten que la competencia entre ambas potencias podría derivar en un «desacoplamiento» económico global, obligando a otros países a alinearse con uno u otro bloque. Este panorama plantea desafíos para la cooperación internacional en temas críticos como el cambio climático y la seguridad nuclear.
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