En estos días hemos visto escenas surrealistas de incontinencia, incapacidad de controlar la voluntad desde la razón, de “supuestas” autoridades. Digo “supuestas”, ya que, aunque poseen potestas, ganaron elecciones, no cuentan con auctoritas alguna y sus acciones les quitan cualquier piso posible.

Mientras Mario Marcel hablaba en primer plano de cámara para la prensa, Javiera Martínez, según algunos “la mejor directora de presupuesto” existente, comía pizza a vista y paciencia de todos. Mientras se discutía la ley de Presupuesto Nacional 2025 en el Congreso, la diputada del Frente Amplio, Ericka Ñanco, le hacía una trenza al diputado Andrés Giordano, su compañero de bancada. A estos numeritos se suma el hecho de que el vicepresidente de la cámara, Gaspar Rivas, sentado en la testera, lugar de alta autoridad, mientras Karol Cariola hablaba, él comía sopa. En la testera, en plena discusión parlamentaria.

Todo esto parece algo gracioso y aclaremos, no lo es. Es, sin duda, una falta de respeto y es lo que sucede cuando quienes no tienen auctoritas alguna y probablemente, pocas capacidades que quedan en evidencia ante la total incontinencia en sus acciones.

Ejercen cargos públicos para los que, definitivamente, no están preparados. Chile es el ejemplo de “la mala política”, esa que permite que personas sin respeto por la nación y sin consideración alguna hacia quienes representan, puedan vivir cómodamente a expensas de todos. Sin hacer mucho y aportando cero. Son la generación que sólo tiene “derechos” y olvida que esos derechos van acompañados de deberes. Sí, ejercer un cargo de representación implica renunciar a muchas cosas. De hecho, debiera implicar más renuncias que ganancias, por lo que evidentemente no se come pizza, no se toma sopa y tampoco se hacen trenzas. Se hace “la pega” y con decoro. Se deben a la gente, son empleados de Chile, están financiados por todos. El deber es ser digno de aquellos a quienes se representa y sin duda, elevar a la nación. Tienen incontinencia total. No se controlan, no se dominan, por tanto, no son libres.

Mientras, Chile da vergüenza por estas supuestas minucias y otros graves escándalos, como el hecho de que el jefe de la seguridad sea tomado preso por altas sospechas de un grave delito, lo que evidencia que no hay seguridad alguna. El propio Presidente escribe por X para intentar limpiar sus defensas corporativas anteriores. Hoy dice “En Chile nadie está por sobre la ley”. Pero estos dichos no condicen con sus acciones, tanto en el caso Monsalve, como en el de Democracia Viva.

Nuevamente La Segunda sorprendió con la información de lo que Chile siempre supo, lo evidente, eso que se aparecía a los sentidos. Catalina Pérez sí sabía de los desfalcos desde las fundaciones y no era un “simple acuerdo entre dos hombres adultos” como ella demacradamente defendía en un patético video. Por lo visto, todo era un show. Pero el Presidente invitó a Pérez a la gira, la perdonó y aún no es desaforada. En Chile hay algunos que están o creen estar y se les permite estar por sobre la ley.

Chile es curioso, sin duda. Mientras nosotros tenemos a verdaderos “incapaces relativos” como “honorables” manchando el nombre del cargo mismo, así que de honor nada, Estados Unidos recluta a los mejores. Hasta Elon Musk ejercerá, sin necesidad alguna, un cargo público para mejorar la eficiencia del gobierno. Convoca a superdotados dispuestos a trabajar 80 horas semanales y revindica la máxima de Adam Smith, “la riqueza de una Nación es proporcional a la laboriosidad de sus habitantes”. Acá somos altamente ineficientes y financiamos hasta a los incapaces. Frente a malos resultados paga moya, es decir, usted. Nadie es responsable, ya que solo tienen derechos y no deberes.

Argentina no sólo tiene los pantalones puestos para defender ideas y votar en contra de las agendas indigenistas de la ONU y retirarse de la COP 29 en Baku, sino que ahora visitará Estados Unidos y se habla de un potencial acuerdo comercial que, probablemente, hará que nuestro vecino mejore sus índices y que nos pase con holgura. Argentina, un país rico haciéndolo bien es una gran amenaza para un país pobre haciéndolo mal como es Chile.

No podemos hacerlo bien si los que nos dirigen son malos, con pocas capacidades, flojos, con falta de ética y sin mínimo comportamiento. Literalmente y en buen chileno “pencas”. Sin control personal, autocontrol, no hay virtud posible. Estamos gobernados por viciosos que no se pueden medir y que en su egoísmo nos llevan al desfiladero. La pizza, la sopa y el pelo son ejemplos de cómo se degrada el poder, los cargos y las instituciones. Eso que parece venial, es mortal. La incontinencia manifiesta que vimos estos días se extrapola a otras incontinencias. Lo menor es lo que da paso a lo mayor. Debemos exigir comportamiento intachable, respeto al cargo y a nosotros de parte de nuestras “supuestas” autoridades. La potestas la dan las elecciones, la auctoritas se la gana o se la pierde y los incontinentes nunca tienen real autoridad sobre nadie.

Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero

/psg