Seguramente, alguna vez escuchó este término que ha cobrado importancia en la discusión pública en torno a la sostenibilidad. Se trata del greenwashing o lavado verde que, en palabras simples, es la práctica de hacer afirmaciones infundadas, falsas o engañosas sobre los beneficios ambientales de los productos e iniciativas de una empresa para atraer a clientes e inversionistas que priorizan la sostenibilidad. Es decir, las compañías quieren parecer más respetuosas con el medio ambiente de lo que son, incluso cuando sus acciones no se ajustan a los estándares que promueven.
Frente a ello, por tercer año consecutivo la consultora suiza RepRisk analizó lo que está ocurriendo en las distintas empresas a nivel global. ¿Conclusión 2024? Por primera vez en seis años cayó (12%) el número de compañías acusadas, sin embargo, los casos de alto riesgo aumentaron más de 30%. Estos últimos fueron determinados por la gravedad ocasionada en función de las consecuencias del incidente, el alcance de su impacto y el grado en que el hecho fue intencional y sistemático. “Los de alta gravedad muestran acciones intencionadas y sistemáticas para ocultar violaciones de ESG que resultan en consecuencias materiales”, señaló el estudio.
Una de las industrias donde se da esta situación, entre muchas otras, es en la del plástico. Es por esto que el Comité BIOPOLCOM, que trabaja al alero del Centro de Envases y Embalajes de Chile (CENEM), ha observado con preocupación que algunas firmas están adoptando malas prácticas relacionadas con las declaraciones de biodegradabilidad y compostabilidad de sus productos.
Según el organismo, particularmente algunas compañías están realizando afirmaciones engañosas sobre esto último, sin contar con las certificaciones correspondientes ni cumplir con las normas internacionales validadas por la comunidad y los países a las cuales pertenecen. También se evidencia una preocupante falta de transparencia en la información proporcionada a los consumidores sobre los materiales utilizados y los procesos necesarios para la biodegradación o compostabilidad de los productos.
Al respecto, Rodrigo Sandoval, CEO I Am Not Plastic, start up que comercializa artículos compostables elaborados a partir de bioplástico, hace eco de esta situación aseverando que en este sector se ejecutan acciones indebidas, por lo que es responsabilidad de todos los actores cambiar dicha realidad. “Es necesario que las compañías del sector y su cadena de valor se adhieran a lineamientos correctos y verificables en torno a la biodegradabilidad y compostabilidad de sus productos y materiales. Solo a través de un compromiso colectivo, colaborativo y transparente podemos avanzar hacia un futuro responsable y una industria sostenible y unida. Por su parte, los consumidores tienen un gran poder, ya que a través de su compra pueden impulsar o castigar conductas de las marcas involucradas en este tipo de hechos”, asegura el emprendedor nacional y especialista, agregando que las personas deberían priorizar compañías que sean socias de CENEM y validadas por plantas de compostaje como Armony en Santiago.
Asimismo, desde BIOPOLCOM sostienen que para asegurar la veracidad y confiabilidad de las declaraciones de biodegradabilidad y compostabilidad en plantas de compostaje industrial o domiciliario, es fundamental que las empresas realicen el ensayo de sus productos con las normas internacionales reconocidas y validadas por las comunidades mundialmente.
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