El triunfo de Yamandú Orsi en los comicios presidenciales de Uruguay termina de asignar las piezas del rompecabezas que Donald Trump deberá armar en América Latina, un escenario geopolítico que exhibe aliados de la próxima administración republicana, dictaduras de corte marxista y un bloque de países que tendrán relaciones diplomáticas en zigzag con Estados Unidos por sus vínculos con China, Rusia e Irán.
La agenda regional de Trump apunta a terminar con la influencia de China, forzar un cambio institucional en Venezuela, Cuba y Nicaragua, facilitar la gestión de gobierno en Argentina, Paraguay, República Dominicana y El Salvador, y establecer acuerdos políticos puntuales con Brasil y México.
Frente a las ambiciones globales de Xi Jinping, la guerra en Ucrania y la crisis en Medio Oriente, América Latina no será prioridad para la Casa Blanca.}
Sin embargo, Trump designó como secretario de Estado a Marco Rubio, un descendiente de exilados cubanos que no perderá la oportunidad histórica: es la primera vez que el jefe de la diplomacia americana conoce -de verdad- qué sucede desde Ciudad de México a Santiago de Chile.
Los dictadores Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel han transformado a Venezuela, Nicaragua y Cuba en proxies de China, Rusia e Irán. Además, estos líderes autoritarios ejercen un control estatal sobre la oposición que violan todos los derechos humanos establecidos por las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Trump planifica una hoja de ruta que implicará mayores sanciones económicas y financieras sobre La Habana, Managua y Caracas, en lugar de establecer ciertos acuerdos desde la Casa Blanca como ejecutó Joe Biden sin resultado. Maduro hizo fraude contra Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, y Biden apenas tuvo una respuesta diplomática que el régimen de Venezuela trató como una lluvia tropical.
Si hubiera un orden de prioridad para Trump y el secretario Rubio, Maduro encabeza la nómina y detrás Díaz-Canel, que despliega su aparato de inteligencia en Venezuela para capturar y torturar a los miembros de la oposición, y conocer también a los miembros de las Fuerzas Armadas que ya proponen una transición democrática ordenada.
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