El cambio en la doctrina nuclear anunciado recientemente por Rusia y su empleo de misiles con capacidad nuclear sobre terreno ucraniano ha puesto en alerta a sus vecinos y enemigos, pero también a su propia población. Suecia ha remitido un manual para crisis a todos los ciudadanos del país y Rusia ha comenzado a construir refugios nucleares en masa como medida preventiva. La idea de que nos afecte una posible guerra nuclear nos puede parecer lejana, pero si ocurre, aunque sea a nivel local, tendrá repercusiones en todo el planeta. Bueno, en todo no. Hay países que se salvan, aunque no son muchos.
Incluso antes del aumento de la tensión en Ucrania, la preocupación por una posible guerra nuclear era ya enorme. La junta directiva del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago lleva varios años manteniendo un nivel de alerta elevadísimo en su Reloj del Juicio Final (Doomsday Clock). Esta iniciativa fue creada en los años cuarenta y desde entonces mide lo cerca que estamos de destruir el mundo con tecnologías peligrosas creadas por nosotros mismos.
La mayor preocupación del consejo es el posible uso de armas nucleares químicas o biológicas en Ucrania. El contexto en el que tiene lugar esta guerra tampoco ayuda, ninguna potencia nuclear ha firmado el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares y Rusia ha suspendido el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New START) que tenía firmado con EEUU.
En la última actualización, realizada en enero de 2024, el reloj se mantiene a las 23:58:30, exactamente igual que el año anterior. Según esta hora, estamos a solo 90 segundos de la simbólica medianoche que representa el fin del mundo. Esta hora no incluye el conflicto en Gaza ni el aumento de la tensión entre Israel e Irán, que no alcanzaba los niveles actuales cuando se reunió el consejo por última vez a principios de año.
Dónde sobrevivir una guerra nuclear
Un estudio publicado recientemente en la revista Nature Food por un equipo de investigadores de la Universidad de Nicosia (Chipre) ha analizado las posibles consecuencias de una guerra nuclear en todos los países del mundo. Newsweek ha usado esos datos para crear un mapa que muestra qué países son más seguros en caso de guerra nuclear y su consiguiente hambruna.
Según los investigadores, las partes del mundo que experimentarían el mayor número de muertes por inanición (coloreadas en rojo en el mapa), incluyen EEUU, Canadá, México, Europa, Rusia y la mayor parte de Asia y África. Algunas naciones no pasarían hambrunas, pero verían reducir su ingesta calórica hasta tal punto que «haría perder peso a la gente, que solo podría realizar actividad física sedentaria», aseguran los investigadores.
Entre los que no sufrirían estas desastrosas consecuencias están Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Haití, Australia, Islandia y Omán, afirman los investigadores. En estas regiones (coloreadas en verde) «el consumo de alimentos puede soportar la actividad física actual en ese país».
Guerras nucleares locales, problemas globales
El riesgo de guerra nuclear existe y, aunque todavía es demasiado temprano para que en España se repartan manuales de supervivencia atómica entre sus ciudadanos como en Suecia, hay que saber que aunque la guerra nuclear se produzca a escala local sus efectos pueden afectar a casi todo el mundo, incluido nuestro país.
Esta es la conclusión de otra investigación publicada en Nature, en este caso por un equipo de la Universidad Rutgers de New Brunswick, en Nueva Jersey (EEUU). Los investigadores alertan de que incluso un pequeño conflicto nuclear en el que solo intervienen dos naciones podría provocar una hambruna mundial. Además, las ciudades arderían en llamas lanzando una enorme cantidad de hollín a la atmósfera que rodearía el planeta y lo enfriaría al reflejar la luz solar en el espacio.
“Una guerra nuclear entre India y Pakistán, quizá desencadenada por la disputada región de Cachemira, podría enviar a la atmósfera entre 5 y 47 millones de toneladas de hollín, dependiendo del número de cabezas nucleares desplegadas y de las ciudades destruidas”, advierte el artículo de Nature. “Una guerra nuclear total entre Estados Unidos y Rusia podría producir 150 millones de toneladas de hollín. La nube que rodearía el globo persistiría durante años hasta que el cielo se despejara”.
Una crisis alimentaria global
La capa de hollín que tapa la atmósfera, dicen los investigadores, provocaría la pérdida de cosechas en todo el mundo, que, en el peor de los casos, podría poner al borde de la muerte a 5.000 millones de personas. Aunque hay otros estudios sobre producción de alimentos, como el que se ha usado para hacer el mapa de Newsweek, que aumentan ese número a 6.700.
Este escenario, que teóricamente contempla el segundo año de guerra nuclear, se basa en un caso de ganadería parcial, dice el equipo. En esa situación el 50 por ciento del grano del ganado se utilizaría para alimentación humana y el otro 50 por ciento para alimentar y criar al ganado que quede vivo.
Los investigadores dicen que este tipo de contexto está en la mitad de otros como el caso ganadero, en el que se mantiene la producción ganadera, y el caso no ganadero, en el que se mata a todo el ganado en el primer año y se destina el 50% del grano ganadero al consumo humano.
Cuál es el mejor refugio
El equipo de investigadores de la Universidad de Nicosia, también utilizó sus modelos informáticos avanzados para estudiar los efectos de la onda expansiva de una explosión nuclear de 750 kilotones, unas tres veces más potente que la de Nagasaki en 1945. Una vez detonada, la bomba crea una enorme bola de fuego en la que todo y todos se vaporizarían inmediatamente. Se formaría una nube en forma de hongo que se eleva al y que provoca una lluvia tóxica en los siguientes días. Luego vendría una onda expansiva masiva con vientos de alta velocidad que podrían llegar a desplazar un edificio.
Aunque los sótanos y otros lugares bajo tierra funcionan bien como refugios nucleares —siempre que no tengan muchas aberturas exteriores— puede suceder que la explosión te sorprenda estando dentro de un edificio. Si ese edificio resiste los vientos sin derrumbarse y no está metido dentro de la bola de fuego inicial, los investigadores aseguran que el mejor lugar para refugiarse de la onda expansiva es el extremo más alejado de cualquier puerta o ventana. Idealmente, hay que ponerse en una esquina, pero si es la de una habitación interior, la protección es mucho mayor.
El peor sitio, aseguran, es un pasillo. Una ventana puede actuar como un embudo que convierta un pasillo largo en una especie de túnel de viento, como los que se usa en las pruebas aerodinámicas. Los autores aseguran que estas ráfagas de viento pueden lanzar a una persona de estatura media de pie en el pasillo casi tan lejos como a una persona de estatura media de pie junto a la ventana. Los fuertes vientos también pueden levantar fragmentos de cristal, muebles u otros objetos sueltos del suelo y lanzarlos a la misma velocidad que el disparo de un mosquete, según pudieron ver en las simulaciones.
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