Un análisis cuidadoso de los resultados de las dos rondas electorales realizadas en Chile el 26/27 de octubre y el 24 de noviembre dejan en claro que, aunque sean muchos más los que desaprueban al gobierno del Presidente Gabriel Boric que los que lo aprueban, no es evidente que la elección presidencial de fines de 2025 sea carrera ganada para la derecha. Es más, precisamente porque la derecha fue incapaz de arrasar en una elección que normalmente es un referéndum sobre el camino por el que va el país, hay buenas razones para que, en la medida que el oficialismo encuentre un candidato atractivo, la izquierda pudiera evitar la alternancia en el poder que se ha producido en Chile en cada contienda presidencial desde 2009.
Las condiciones que rodearon las dos vueltas de la elección de 2024 fueron especialmente desfavorables para el oficialismo. Con una aprobación presidencial que no supera el 30%, una población atemorizada por la delincuencia, una economía que no crece y un gobierno que tropieza repetidamente por errores no forzados, la cancha estaba para que la oposición derechista arrasara en las elecciones.
Pero los resultados de la contienda municipal de octubre y de las dos vueltas de la elección de gobernadores en octubre y noviembre fueron menos malos para el gobierno de lo que se esperaba. La coalición derechista ganó en 111 de las 345 comunas. En otras ocho comunas ganó el Partido Republicano y en una, el Social Cristiano. Esa fue una mejora sustancial respecto a las 87 comunas que obtuvo la derecha en 2021, una contienda que resultó especialmente desastrosa para el oficialismo del entonces Presidente Sebastián Piñera. Pero respecto a las 145 comunas en que la derecha ganó en 2016 -la elección que precedió el triunfo de Piñera en las presidenciales de 2017- el resultado de 2024 fue mucho menos positivo para el sector. Habiendo recuperado terreno, la derecha quedó lejos de la ventajosa posición que había logrado en 2016 respecto a la coalición de izquierda en la contienda municipal.
En gobernadores, el resultado fue especialmente preocupante para los partidos de derecha. Si bien la única comparación posible es la elección de 2021, cuando Chile escogió gobernadores regionales por primera vez en su historia, el resultado de 10 gobernaturas ganadas por el oficialismo de izquierda (incluidas las dos regiones más grandes del país, Santiago y Valparaíso, que concentran el 50% de la población nacional), y sólo seis para la derecha, no puede sino ser considerado como mediocre para el sector. Es cierto que, en el desastre electoral de 2021, la derecha sólo ganó en una de las 16 regiones del país. Este año, el gobernador de derecha perdió la reelección en La Araucanía y otros 6 candidatos derechistas ganaron en el resto del país, incluido Biobío, la tercera región más poblada del país (8% de la población nacional). Pero el desempeño electoral de la derecha en gobernadores permite concluir que, cuando la izquierda presenta candidatos competitivos, la derecha debe lidiar mucho para reclutar candidatos competitivos y para derrotar al oficialismo, incluso cuando los candidatos oficialistas cargan con la pesada mochila de la impopularidad del gobierno nacional.
La incapacidad de la derecha para tener una lista única de candidatos para gobernadores ayudó a la izquierda a ganar con candidatos minoritarios en primera vuelta en dos regiones en que los candidatos de derecha sumaron en torno al 50% de la votación. Las cinco regiones que ganó la izquierda en la primera vuelta le dieron una clara ventaja a ese sector sobre la derecha, que sólo logró ganar una región en primera vuelta. En las 11 regiones que fueron a segunda vuelta el 24 de noviembre, la izquierda ganó en seis y la derecha en cinco. Pero la izquierda se quedó con las dos más importantes. La derecha gobernará en seis regiones que representan en torno al 25% de la población nacional.
La comparación con elecciones anteriores pudiera ser inútil, en tanto que, en 2016 y 2021, la participación electoral no era obligatoria. Los 13 millones de electores que participaron en la elección de octubre (84%) y los 10 millones que votaron en noviembre (83% de los inscritos en las 11 regiones que tuvieron segunda vuelta) superaron con creces la participación de 43% y 35% de 2021y 2016, respectivamente.
La contienda presidencial de 2025 también será con voto obligatorio, por lo que la derecha debiera dedicarse a entender las razones que tiene el electorado que rechaza el desempeño del gobierno para no apoyar más decididamente la alternativa que ofrece la oposición.
Aunque los resultados de las elecciones de 2024 muestran que la derecha se recuperó del desastre electoral de ese sector ocurrido en 2021, la única conclusión posible de las dos rondas electorales de 2024 es que la elección presidencial y legislativa de 2025 se anticipa como altamente competitiva. Ni la derecha tiene el camino asegurado para retornar al poder en marzo de 2026 ni la izquierda está en una posición de debilidad irrecuperable.
En la medida que encuentre un candidato competitivo para 2025 y un elenco de aspirantes fuertes para las contiendas legislativas, la izquierda será competitiva en noviembre de 2025. A su vez, si la derecha es incapaz de ir en una lista parlamentaria y con candidato presidencial único del sector, la fragmentación y división en el sector debilitarán sus chances de lograr mayoría en el Congreso y de aunar voluntades electorales para repetir el voto en alternancia en el poder que han preferido los chilenos en cada elección presidencial desde 2009.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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