El gen autodestructivo que está presente en los cromosomas de la derecha chilena pudiera convertirse en el mejor regalo de Navidad para la izquierda y para el gobierno del Presidente Gabriel Boric. Demostrando esa irresistible tendencia a comportarse como patrones de fundo que quieren imponer su voluntad individual en vez de honorables miembros de la mesa redonda que deben construir acuerdos amplios y convenientes para todo el sector, muchos líderes de derecha están fallando miserablemente en la gran tarea que tiene el sector de cara a las elecciones de 2025: demostrar que puede ponerse de acuerdo para gobernar.
En los últimos días hemos visto una comedia de errores no forzados y peleas innecesarias en la derecha chilena. Aunque todos saben que los trapos sucios se lavan en casa, la derecha parece empecinada a convertir la plaza pública del debate político en su lavandería. La aparente cercanía de un acuerdo para aprobar una reforma de pensiones que permita aumentar la cotización mensual de los trabajadores del 10 al 16% de los salarios e introduzca otras mejoras al sistema que permitan mejorar la pensión de los actuales jubilados debiera ser una oportunidad para que el país se sienta satisfecho del trabajo de su clase política. Con un acuerdo, los distintos partidos se podrían vestir como ejemplos de buena política y lucirse por su capacidad para hacer lo que deben hacer los políticos: llegar a buenos acuerdos que permitan avanzar en la dirección correcta.
Pero la derecha ha preferido armar una de esas peleas de pareja que terminan a gritos y con platos rotos. Después de unas confusas declaraciones del presidente de la UDI, Guillermo Ramírez, comprensiblemente, la derecha más dura criticó duramente a la derecha más moderada por lo que parecía ser una renuncia en la defensa del principio de capitalización individual que ha enarbolado ese sector como bandera de lucha. Aunque la derecha moderada reculó, quedó sembrada la duda de si Chile Vamos estaba considerando aceptar la introducción de la lógica de reparto en pensiones disfrazada con un nombre distinto: compensación. La derecha moderada aclaró que el 6% adicional de cotizaciones iría a capitalización individual, pero se abrió a financiar un seguro de longevidad para las mujeres. Algunos, pero no todos, añadieron la condición de que hombres y mujeres deberían jubilarse a la misma edad y que el seguro aplicaría sólo a las personas con una cantidad mínima de años de cotización.
Pero las explicaciones no bastaron, ese desencuentro de opiniones despertó fantasmas dormidos en la derecha y se inició una cruenta batalla de recriminaciones y acusaciones inútiles sobre los errores cometidos en años recientes por la derecha dura y por la derecha moderada en su forma de responder a lo que ambos sectores consideran como una amenaza existencial para el país: el fortalecimiento de una izquierda fuertemente estatista.
La disputa entre las derechas se profundiza por la cercanía de las elecciones presidenciales de 2025 en las que Evelyn Matthei (de la derecha moderada) parece aventajar a José Antonio Kast (el candidato que pasó a segunda vuelta en 2021 y que representaría a la derecha más dura). Como hay otros aspirantes presidenciales de derecha –Rodolfo Carter, que quiere ubicarse entre Matthei y Kast, y Johannes Kaiser Barents-von Hohenhagen, que se posiciona a la derecha de Kast- el conflicto se ha exacerbado hasta niveles de cuasi guerra civil.
Resulta inútil discutir quién tiene la razón. Como en pelea de pareja, la única salida razonable es poner los intereses de la familia por delante. Lo que está en juego es demasiado valioso como para que las rencillas personales y las recriminaciones por errores hagan que se pierda el norte. El coraje para defender principios debe balancearse con la necesidad de llegar a acuerdos que sean convenientes para el país. Todo eso debe hacerse entendiendo que la derecha está en un mismo barco. Si se hunde el barco, pierde toda la derecha y, desde la perspectiva de ese sector, también pierde el país.
Las luchas fratricidas nunca avanzan los intereses de la familia. Por eso, parece razonable, e incluso necesario, que los principales candidatos presidenciales del sector den una señal de unidad. Una cumbre entre Matthei, Kast, Carter, Kaiser y algún otro que aspire representar a la derecha en la presidencial debiera ser el primer paso para que la derecha demuestre que tiene la responsabilidad y madurez necesaria para volver a gobernar Chile.
Si bien el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha demostrado constantemente que no sabe gobernar -y las encuestas muestran que una amplia mayoría del país rechaza su gestión- el triste espectáculo que está dando la derecha alimenta las dudas populares respecto a qué tan viable será la alternativa que ofrecerá la oposición en la contienda presidencial de 2025.
Como dice el viejo dicho, más vale diablo conocido que bueno por conocer. Si la derecha no se pone las pilas ahora y demuestra que es capaz de forjar acuerdos y ofrecer una alternativa coherente, creíble y consecuente con sus principios, al electorado no le quedará otra que tirar una moneda al aire en noviembre de 2025, sabiendo que, gane la izquierda o gane la derecha, el país seguirá estancado.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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