Son misteriosas las motivaciones de quienes, insistentemente, pronostican que Gabriel Boric, en algún momento, volverá a ser Presidente de la República. Dan a entender que, con la experiencia que ha ganado, será una versión mejorada del hombre que conocemos, lo cual es un modo indirecto de admitir que él no estaba preparado para ejercer el cargo ahora, y afirmar que, para la próxima, sí lo estará.

Con gran seguridad, Roberto Izikson, gerente general de Cadem, declaró a Ex Ante el 21 de diciembre: “Boric volverá a ser presidente, estoy disponible para apostarle a cualquiera”. Independientemente de cómo llegó a esa conclusión y de cuánto tiempo estará vigente su apuesta, el vaticinio sugiere que el actual mandato de Boric ya se agotó, o que no puede esperarse nada relevante en el tiempo que le resta.

Por su lado, el cineasta Pablo Larraín declaró a La Tercera: “Sobre Gabriel Boric, lo que siento es que hay una tendencia a burlarse de él, pero por otro lado creo que va a ser recordado como un buen mandatario, y probablemente va a ser presidente de nuevo”. Se trata de una legítima expresión de deseos, pero de nuevo asoma la extraña idea de anunciar el regreso de alguien que se irá recién en marzo de 2026. Es una especie de nostalgia antes de tiempo. Muy raro.

La historia es, como sabemos, caprichosa, enrevesada y no obedece a ley alguna. Ignoramos qué dinámicas se impondrán en el mundo, pero sobran los motivos de incertidumbre. No sabemos si Chile podrá recuperarse, y en cuánto tiempo, del largo extravío político que lo hizo retroceder en todos los ámbitos, incluido el moral, y en cuya génesis tienen una responsabilidad abrumadora las fuerzas que hoy están gobernando. Habrá múltiples preocupaciones en los próximos años, pero es poco probable que una de ellas vaya a ser la vuelta de Boric.

Dentro de 10 meses, votaremos para elegir nuevo mandatario, lo que significa que el eje político de 2025 será la sucesión presidencial. El gobierno perderá protagonismo, lo que representará cierto beneficio secundario para el propio Boric, ya que los opositores no estarán tan preocupados de criticar sus errores o las limitaciones de su gestión, sino de reemplazarlo en el cargo.

En abril, ya estará claro qué fuerzas efectuarán primarias presidenciales, programadas para el 29 de junio, y qué fuerzas proclamarán sus candidatos por otra vía. En agosto, sabremos quiénes competirán en la primera vuelta presidencial, y quienes probarán suerte con una candidatura parlamentaria. Se sabe que José Antonio Kast irá directo a la primera vuelta, y quizás Johannes Kaiser y Vlado Mirosevic busquen asegurar un lugar en las listas parlamentarias.

En la centroderecha, se ve muy consolidada la opción de Evelyn Matthei y, por lo tanto, una eventual primaria con Rodolfo Carter, Kaiser y a lo mejor un representante de Demócratas y Amarillos, no debería amagar su posición. Aunque siempre pueden producirse sorpresas, el dato duro es que los partidos de Chile Vamos muestran disposición de cerrar filas en torno a Matthei, quien se ha mantenido durante un año en el primer lugar de las encuestas.

En el oficialismo, el panorama es sombrío. No hay una figura medianamente competitiva en las encuestas, y el factor determinante es, por supuesto, el juicio ciudadano sobre el gobierno de Boric: la primera medición difundida por Cadem este año (2 de enero), registró 30% de aprobación y 60% de desaprobación. ¿Podrían variar sustancialmente tales números? No parece fácil. Lo demuestra el pragmatismo de aquellos dirigentes oficialistas que proponen concentrarse en la elección parlamentaria.

¿Podría ocurrir que, a instancias de Boric, el oficialismo resolviera no hacer primarias y proclamar a Carolina Tohá como candidata presidencial de unidad? No se vería elegante, pero efectuar primarias plantea un alto riesgo de dispersión. Podría pasar cualquier cosa si compitieran un representante del PPD, otro del PS, otro del PR, otro de la DC, otro del Frente Amplio, otro del PC, otro del FRVS y otro del partido Liberal. Y no hay que descartar que Enríquez-Ominami pida participar.

Se discute sobre el eventual legado que dejará Boric. No es mucho lo que puede mostrar, pero la mayoría del país valoraría que él, frente a las definiciones que vienen, actúe con sentido de Estado, vale decir, que respete y haga respetar la ley, cuide las platas públicas y no ceda a la tentación de usar el aparato estatal para favorecer a sus partidarios.

Por Sergio Muñoz Riveros, analista político, para ex-ante.cl

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