Es posible entender la ingenuidad de alguien como positiva, porque refleja mente abierta, sincera y sin prejuicios; sin embargo, cuando es reiterada y ciega a las circunstancias, se transforma en sandez (RAE: estupidez). Es lo que ha venido ocurriendo con la oposición, quien, a pesar de haber vivido tristes experiencias en su relación con la izquierda, sigue actuando sin medir consecuencias.

Pensarán mis contertulios que esta pluma exagera o ha sido envuelta en una nube de negativismo, pero no, son muchos los casos que sostienen estas reflexiones: la reforma tributaria de Bachelet, por ejemplo, que fue el comienzo de la caída del crecimiento del país, contó con apoyo de la oposición, ni más ni menos; lo mismo ocurrió con la reforma del sistema binominal, que ha sido un desastre para nuestro sistema político. Si aún persisten dudas, recuerde mi parroquiano que los sectores hoy opositores apoyaron el voto voluntario, y ahora quieren restablecerlo… para qué seguir.

Hoy por hoy, cuando se nos informa que la oposición ha llegado a un acuerdo con el gobierno en torno a la reforma de pensiones, quedamos ¡Plop! Nada se ha aprendido de los errores anteriores, y se vuelve a caer en actitudes imprudentes. Claramente las dirigencias de los partidos opositores han sido incapaces de reflexionar, ni menos sospechar, sobre los efectos que este acuerdo tendrá para el futuro del país.

Una vez más la izquierda ha fijado la ruta, y la oposición le ha allanado el camino. Un gobierno desgastado, inoperante, cargado de corruptelas, y con un Presidente ausente en los temas que requieren soluciones urgentes, hoy tiene la posibilidad de lograr una de sus reformas programáticas. Será esta reforma -si se aprueba- la bandera que blandirá para decir que cumplió con sus compromisos… y quien habrá hecho posible esta “victoria” será otra vez la oposición. ¡Increíble!

Cuesta creer que la oposición padezca tal miopía. Son muchas las voces advirtiendo que esta reforma será un desastre para la economía del país, para el empleo formal, para las pymes, incluso para los propios cotizantes y pensionados. Los únicos ganadores serán el Estado, “vampiro anémico” que no se cansa de sorber recursos generados por el sector privado, y la izquierda, que pretende borrar de nuestro orden político institucional todo aquello que huela a libertad.

Los detalles técnicos seguramente escaparán a la comprensión del ciudadano de a pie, pero algunos datos le abrirán los ojos: se aumenta la cotización a 8,5%, ¿quién paga?, el empleador; con parte de los recursos recaudados se le hace un préstamo obligatorio al Estado para pagar ¡las actuales jubilaciones! (eso es reparto); el plazo y las garantías de devolución, ¡sepa Moya!, los intereses los fija el Estado; se debilitan las AFP y se robustece el Estado. Todo esto lo dijo el mismo gobierno.

En fin, ante tan “gran estafa” avalada por la propia oposición, esta pluma -sin pretensiones de pitonisa- se atreve a augurar negativas repercusiones en la candidata del sector, quien en esto ha querido “jugar al medio” y “piolita”.

Por Cristián Labbé Galilea

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