Una postura disímil en torno al estado de las relaciones diplomáticas han expresado los gobiernos de Chile y Venezuela, lo que ha abierto dudas sobre el real estado de los lazos entre ambos países y de las implicancias que podría acarrerar.
La relación está tensionada hace varios meses, pero se agudizó luego de la postura que tomó el Presidente Gabriel Boric en torno a las elecciones en ese país -cuestionadas a raíz de que no se revelaron las actas que darían el presunto triunfo a Nicolás Maduro-.
Por esos días, el gobierno Venezolano dio 72 horas para que países que no reconocieron el triunfo expulsaran a su cuerpo diplomático del territorio nacional, lo que incluyó al embajador Jaime Gazmuri.
El complejo escenario diplomático post elecciones vino a agitar aún más las aguas, puesto que desde febrero de 2024 que las relaciones se habían complicado por el caso del homicidio y secuestro del ex teniente venezolano, Ronald Ojeda.
Y ahora, con los nuevos antecedentes revelados por el Ministerio Público, donde un testigo apuntó a que el ministro del Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, habría planificado el crimen, la tensión es mayor.
Las dos posturas
Pese a la molestia de las autoridades nacionales y la advertencia de la ministra del Interior, Carolina Tohá, de que, en caso de comprobarse la intervención venezolana en el crimen, acudirán a la Corte Penal Internacional, la ministra descartó que se corten las relaciones con Venezuela. Sin embargo, la postura del país caribeño es diferente.
El viernes en la noche, el canciller Yvan Gil, salió a responder a Tohá, y afirmó que las relaciones con Chile están rotas «desde agosto del año pasado». «¡A ubicarse en la realidad! Estos burócratas y diplomáticos chilenos de redes sociales son muy divertidos y ridículos», escribió Gil en su cuenta de Telegram.
¿Corte o suspensión de lazos?
¿En qué pie están entonces las relaciones con Venezuela y qué implicancia tienen los discursos disímiles de ambos gobiernos? En conversación con Emol, expertos debaten en torno a la «suspensión» de lazos, y cómo aquello complejiza un eventual escenario de deportaciones, especialmente aquellas asociadas a las células criminales de origen venezolano que operan en el país.
Guillermo Holzmann, analista internacional de la PUCV, comenta que, en efecto, «existen dos discursos distintos; por una parte, el discurso político de Venezuela sobre que las relaciones están cortadas; y por otro, la respuesta de Chile en términos de la tradición diplomática del país, es que para nuestro país, las relaciones estarían ‘de suspensión’, pero no hay declaración de que se hayan roto». En esa línea, recuerda que «siguen existiendo las acciones consulares, aunque sean mínimas».
Por su parte, Claudio Coloma, analista internacional de la Universidad de Las Américas, comenta que no se puede señalar que el discurso de Tohá sea un intento forzado por mantener el status quo, «sino que de entender que las relaciones bilaterales están congeladas porque no están dadas las condiciones políticas para crear un nuevo escenario».
«Mientras la diplomacia venezolana es víctima de la propia intransigencia de sus autoridades autoritarias, la diplomacia chilena ha sido víctima de la ansiedad del Presidente Boric por expresar sus opiniones personales sobre los resultados electorales venezolanos en las redes sociales», acota el experto.
En esa línea, el experto recuerda que en el día de las elecciones venezolanas, «el Presidente Boric fue el primer líder internacional en plantear una posición pública en las redes sociales, que costó la expulsión del embajador Viera-Gallo. Si el Presidente hubiese manejado el tiempo mas pragmáticamente, sumándose a una condena generalizada en lugar de ser la voz inicial, lo más probable es que las relaciones bilaterales se habrían deteriorado políticamente, pero los canales diplomáticos se hubiesen mantenido».
A su juicio, los dichos de la ministra Tohá «deben ser entendidas como la articulación de un discurso que busca encubrir el error diplomático no forzado del Presidente Boric».
En tanto, Pilar Lizana, analista internacional e investigadora de AthenaLab, comenta que el escenario es complejo por cuanto Chile tienen situaciones de delincuencia asociadas a ciertos venezolanos -integrantes de bandas trasnacionales-, a lo que se suma el crimen del ex teniente Ojeda.
«El decir que estamos en una mínima representación, la verdad es que hoy no tenemos relaciones. Sobre todo, después de que se dice que la instrucción de dar muerte al ex teniente en Chile viene del gobierno venezolano, y lo que se esperaría es que ese gobierno reafirme su planteamiento de que las relaciones están cortadas», reflexiona.
Este complejo momento bilateral, sostiene Lianza, podría complicar algún intento del gobierno chileno de deportar ciudadanos venezolanos, «y en el caso de Chile, nosotros tenemos distintas células del Tren de Aragua, por lo tanto, el componente venezolano que ha migrado buscando oportunidades criminales, se ha transformado en un desafío muy grande para la seguridad. El cortar las relaciones complica, porque se necesita colaboración para que ellos pudieran llegar a Venezuela y allá sean recibidos».
De todas formas, la experta remarca que lo ocurrido con el caso Ojeda, de confirmarse, es grave y requiere que Chile sea «muy enfático en la defensa a su soberanía», y en esa línea «necesita ser muy enfático y firme».
/psg