Es muy reveladora la campaña que llevan adelante algunas antiguas colaboradoras de la expresidenta Michelle Bachelet para convencerla de que vuelva a ser candidata pese a sus reiteradas negativas. Expresa la ilusión de que solo ella puede salvar a las izquierdas de una derrota abrumadora, aunque no hay elementos que sustenten tal ilusión. Su eventual candidatura podría, en el mejor de los casos, reducir la dispersión izquierdista, pero no mucho más que eso. Es escasa la posibilidad de éxito y, por lo tanto, lo que se le pide a la exmandataria es algo así como que acepte sacrificarse por el pueblo.

No sabemos cuáles son “los nuevos ingredientes” a los que se refería Camilo Escalona en una entrevista en Emol, y que le hacían pensar que Bachelet puede cambiar de opinión. Dijo que la directiva del PS dialogará con la exmandataria para aclarar el panorama. En realidad, las maniobras están a la orden del día. El nombre de Bachelet sirve, de algún modo, para neutralizar las presiones del PPD sobre el PS para que este adhiera a la candidatura de Carolina Tohá, quien renunciaría en marzo al gabinete.

Es visible que no hay ambiente entre los socialistas para facilitarle las cosas a la ministra del Interior. Escalona precisó que, además de Bachelet, el PS tiene otros nombres, y citó a Paulina Vodanovic y Mario Marcel.

Si Bachelet entra a la carrera presidencial, solo cabe decir que nadie sino ella puede protegerse de las inclemencias y servidumbres de las luchas por el poder. Si es candidata, lo pasará muy mal. Los tiempos han cambiado drásticamente en comparación con las elecciones de 2005 y 2013, cuando compitió en condiciones ampliamente favorables.

Ahora, enfrentaría implacables cuestionamientos sobre las reformas que impulsó en su segundo gobierno y, además, tendría que poner la cara por los estropicios de Boric. Es demasiado. Quienes dicen apreciarla deberían tenerlo en cuenta.

La perspectiva de la elección presidencial es sombría para el bloque gobernante, y ello, además, se relaciona con el riesgo de naufragio parlamentario. La necesidad de parapetarse detrás de un candidato presidencial que parezca competitivo, se vuelve angustiosa. La inminencia del ocaso debilita aún más la cohesión de una alianza que tuvo desde el comienzo muchas características de negocio político, no más que eso.

Basta un ejemplo: en su seno, conviven los que condenan a la dictadura criminal de Venezuela y los que son sus aliados incondicionales, de lo que se desprende que los principios son lo de menos.

En tal contexto, la primaría oficialista aparece como una prueba peligrosamente incierta para los partidos asociados. Todos están preocupados de su propio lugar bajo el sol, y algunos, de la posibilidad de quedar fuera del Congreso, lo que implica que necesitan la unidad, pero también diferenciarse y aventajar a los aliados, lo que es una ecuación nada sencilla. ¿Cuánto gravitan en todo este asunto las preocupaciones ideológicas, programáticas o ligadas a los fundamentos de la acción pública? Poco o nada. Lo que cuenta es el poder.

La aprobación de la reforma de pensiones ha sido interpretada por algunos como el camino al estrellato de la ministra Jeannette Jara. No es para tanto. Quizás le resuelve al PC el problema de proyectar un rostro más atractivo que el de Carmona, Jadue o Juan Andrés Lagos, pero no mucho más que eso.

Ningún partido está dispuesto a regalar nada. A los devaneos del PS se agrega la agitación de los partidos chicos que no quieren desaparecer (ahí están los presidenciables Mirosevic, Mulet, MEO siempre). Por su parte, la DC parece tener claro que su supervivencia se juega en noviembre y ha marcado, finalmente, una línea roja respecto del PC.

¿Qué hará el Frente Amplio? Aunque el sondeo que hizo Panel Ciudadano (UDD) entre los panelistas de izquierda respecto de cómo votarían en una primaria no incluyó a Tomás Vodanovic, no debe descartarse que los dirigentes del FA presionen a este para que acepte ser candidato presidencial, con el argumento de que su postulación es determinante para el futuro del partido, en lo cual, después de tantas calamidades, quizás no exageren.

Es una figura a la que le ayuda no parecer militante del FA y que, además, podría proyectar la imagen de que ese partido empieza a dejar atrás las veleidades octubristas. El PS y el PPD no ignoran que el alcalde de Maipú tendría reales posibilidades de ganar la primaria oficialista.

Los porcentajes de desaprobación y aprobación del gobierno de Boric casi no han variado desde el gran fracaso oficialista del 4 de septiembre de 2022. Se puede hablar, pues, de números duros: 60/30.

Aunque ninguna elección puede darse por definida antes de que los electores se pronuncien, lo que está en el aire es que no habrá un segundo gobierno del bloque que está en La Moneda. A solo 9 meses de la concurrencia a las urnas, el sentir mayoritario apunta hacia un cambio de rumbo.

Por Sergio Muñoz Riveros, para ex-ante.cl

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