La búsqueda de vida extraterrestre ha sido una de las grandes inquietudes de la ciencia moderna, con numerosos programas dedicados a rastrear señales provenientes del cosmos. Sin embargo, una nueva investigación plantea la pregunta inversa: ¿qué tan visibles somos nosotros para una civilización alienígena?

Un reciente estudio publicado en The Astronomical Journal, dirigido por la astrofísica Sofia Z. Sheikh, de la Universidad Penn State, explora esta cuestión desde la perspectiva de una hipotética civilización extraterrestre que intentara detectar signos de vida en la Tierra.

¿Somos invisibles para los alienígenas?

Los resultados del estudio ofrecen una conclusión inesperada: la Tierra es, en gran medida, indetectable para observadores lejanos. A pesar del constante avance tecnológico humano, las señales de nuestra civilización solo serían evidentes a corta distancia dentro del sistema solar.

Por ejemplo, desde Marte, una civilización alienígena podría notar la presencia de nuestros satélites. Incluso desde el cinturón de Kuiper, más allá de Plutón, las luces de nuestras ciudades podrían ser visibles con telescopios avanzados.

Sin embargo, más allá de nuestro vecindario cósmico, las pruebas de nuestra existencia comienzan a desvanecerse. Desde Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sol, solo se recibirían débiles señales de radio, insuficientes para revelar información clara sobre nuestra civilización.

¿Podrían detectar nuestras señales?

Las transmisiones de radio de la Tierra han estado viajando por el espacio durante más de un siglo. Sin embargo, a medida que estas señales se alejan, su intensidad se reduce drásticamente. Según el estudio, si llegaran hasta el centro de la galaxia, serían tan débiles que se convertirían en ruido irreconocible para cualquier receptor alienígena.

En conclusión, si existe una civilización inteligente en algún rincón de la Vía Láctea, probablemente no tenga forma de saber que estamos aquí. Esto podría ser una ventaja en caso de una potencial amenaza, pero también significa que, al menos por ahora, seguimos siendo una aguja perdida en el inmenso pajar del universo.

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