En estos días hemos escuchado sobre el escándalo de la llamada USAID (United State Agency for International Development), Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, ya que muchos de los recursos asignados eran entregados con una marcada agenda política, más que con miras sociales. Se trata de un organismo federal independiente de asistencia económica y humanitaria creado en 1961 por el Presidente John F. Kennedy para mostrar la cara amable de Estados Unidos al mundo, el llamado “Soft Power”, promoviendo iniciativas humanitarias en distintos países y apoyando a organizaciones no gubernamentales. Sin duda, en su historia esta agencia ha apoyado importantes proyectos humanitarios, pero pareciera ser que hoy, privilegia el uso de recursos para otros fines.

La entidad es financiada con fondos que el Congreso estadounidense define anualmente. En 2023 recibió más de 40.000 millones de dólares, los que fueron destinados para acciones a nivel mundial. Se trata de una repartición pública con gran estructura en la que trabajan más de 10.000 personas a cargo de diversos proyectos a nivel global.

Ciertos sectores republicanos tenían, desde hace bastante tiempo, a la organización en la mira, ya que ha sido evidente su activismo político que ha buscado fomentar la “cultura woke” y las agendas de la llamada “nueva izquierda” en el mundo. Los financistas del despertar de las contradicciones sociales que deben ser solucionadas desde el Estado. Tras iniciar algunas investigaciones, el Presidente Trump señaló a la prensa que se trata de una institución que “está dirigida por un puñado de lunáticos radicales y los estamos echando”, instalando la idea de la limpieza de la institución. Por su parte, el director del Departamento de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk, los tildó de “organización criminal” y afirmó que “se hizo evidente que no es una manzana con un gusano dentro. Lo que tenemos es simplemente un balón de gusanos. Hay que deshacerse de todo”, con lo que instaló la idea de cerrarla por la alta corrupción.

La gran pregunta es si esta agencia, que tiene una fachada humanitaria, tiene como rol primordial esa acción o esconde otras intenciones. La investigación sobre la agencia escaló cuando dos de los altos jefes de seguridad de la agencia se negaron a entregar material clasificado, en las llamadas áreas restringidas, a los equipos de Musk. Esto levantó las alarmas e inició una investigación. Debido a esto, el Presidente Trump ordenó la suspensión de la ayuda exterior, congelándoles los fondos por 90 días en el mundo.

La página web del organismo fue desactivada y se informó a los empleados que todo el personal contratado recibirá licencia administrativa y quienes se encuentren fuera del país deberán volver dentro de 30 días a Estados Unidos. Marco Rubio, secretario de Estado americano asumió como director interino de la entidad, para lograr una investigación seria y una completa auditoría. Aseguró que al interior de la USAID hay un alto nivel de «insubordinación», que se niega a alinear sus proyectos con los intereses de la política exterior estadounidense, es decir, es una institución con agenda propia. Enfatizo que «cada dólar que gastamos, cada programa que financiamos debe estar alineado con el interés nacional de Estados Unidos, y USAID tiene un historial de ignorar eso y decidir que, de alguna manera, son una organización benéfica global separada del interés nacional». Por lo visto “los gusanos” se mandaban solos.

El informe entregado por Elon Musk muestra una lista de causas financiadas por la USAID en el mundo. Varios aportes sorprendieron a los “contribuyentes” y fueron mediáticamente cuestionados. Entre los que destacan 32 mil dólares para la producción de un cómic woke en Perú; la entrega de 1,5 millones de dólares para programas de Diversidad, Equidad e Inclusión en Serbia; 70 mil dólares para un musical de Diversidad, Equidad e Inclusión en Irlanda; 47 mil dólares en una ópera transexual en Colombia; 16,8 millones de dólares en programas de inclusión en Vietnam; 7,9 millones de dólares para enseñar a periodistas en Sri Lanka “lenguaje inclusivo”; 2 millones de dólares para «cambios de sexo y activismo LGBT en Guatemala»; 164 millones de dólares para apoyar organizaciones radicales en el mundo; 1,5 millones de dólares para promover la causa LGBT en Jamaica; 3,9 millones de dólares para promover causas LGBT en Macedonia; 8,3 millones de dólares para promover educación en equidad e inclusión en Nepal; 122 millones de dólares a grupos aliados a organizaciones terroristas; 10 millones de dólares en comidas a Nusra Front, grupo vinculado con Al Qaeda y otros.

Frente a estos gastos, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, criticó duramente el gasto, asegurando que “los impuestos de los ciudadanos estadounidenses no deberían destinarse a este tipo de iniciativas”. “No sé ustedes, pero, como contribuyente estadounidense, no quiero que mis impuestos se destinen a esta basura”, expresó Leavitt en una conferencia de prensa. En una entrevista con la cadena FOX, el Presidente Trump calificó la situación como un “despilfarro” y agregó que “EE.UU. está cansado de que lo estafen». “Tenemos una deuda de US$ 36 billones porque hacemos malos tratos con todo el mundo, y eso ya no lo permitimos” y afirmó: “Me encanta el concepto de USAID, pero resultaron ser lunáticos de izquierda radical. El concepto es bueno, pero lo importante es la gente”.

La situación ha ido escalando con la acusación del Presidente Trump de financiamiento desde la USAID a medios de comunicación para crear un clima favorable al cambio cultural buscado. Acusó a medios de haber recibido parte de “los miles de millones de dólares robados” como “pago” para tratar bien informativamente a los demócratas. Esto fue calificado por el Mandatario como el mayor escándalo político de la historia.

Veremos cómo sigue la investigación, ya que hoy sólo vemos la punta del iceberg, lo que no se ve bien. Ciertamente los gusanos se quedaron sin manzana.

Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero

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