En base a Cristián Labbé Galilea…

No se puede negar: las noches de este verano han estado marcadas por el desvelo. Si bien a veces uno pierde el sueño por ideas inspiradoras o proyectos motivadores, también hay ocasiones en que el insomnio surge por la inquietud y el desasosiego. Y eso es precisamente lo que ha provocado el reciente episodio en torno al monumento del General Baquedano.

Como es de conocimiento público, ni la estatua del destacado militar ni la Tumba del Soldado Desconocido regresarán a su ubicación original en Plaza Baquedano, donde estuvieron desde 1928 hasta su retiro en mayo de 2021. Así lo anunció la Subsecretaria del Patrimonio Cultural, también presidenta del Consejo de Monumentos Nacionales. Curiosamente, es la misma autoridad que en imágenes ampliamente difundidas aparece alzando el puño sobre el pedestal donde se encontraba la escultura de Diego de Almagro, otra víctima —como más de 1.300 bienes patrimoniales— del vandalismo registrado durante el estallido social de 2019.

¿Cómo no conmoverse ante esta decisión? ¿Cómo no sentirse ultrajado ante lo que muchos consideran una afrenta a la memoria de un héroe nacional y a la honra de quienes ofrecieron su vida por la patria? La indignación no es solo comprensible, es inevitable.

La medida fue explicada por el Consejo de Monumentos como una respuesta a requerimientos del Ministerio de Obras Públicas y sugerencias del área de Defensa. También se indicó que se recogieron con “respeto” las propuestas del Ejército, que habría sugerido tres ubicaciones alternativas, priorizando la conservación y el respeto por el monumento. Aun así, resulta difícil de asimilar.

Esto va más allá de una simple molestia: es una señal preocupante de cómo ciertos sectores radicales han ido imponiendo una narrativa que reescribe el pasado a su medida, mientras la oposición política parece atrapada en discusiones internas, sin mostrar una reacción firme frente a estos hechos que generan un fuerte impacto en el alma nacional.

Durante estas noches de insomnio, surgen numerosas reflexiones. Una de ellas es que, según la normativa vigente, el Consejo de Monumentos Nacionales no tendría competencia para decidir de forma unilateral sobre el destino de esta pieza histórica, lo que suma otra arista crítica a este caso.

¿Es posible aceptar que no se recupere el sitio original para Baquedano y la Tumba del Soldado Desconocido? ¿Puede entenderse esta situación como una mera derrota, o es una caída que mancha el honor institucional, como pocas veces se ha visto? Porque hay derrotas que, pese a ser amargas, dieron paso a momentos gloriosos (Rancagua, las Termópilas); pero hay otras, como esta, que se sienten simplemente como una pérdida indignante.

Quienes valoramos nuestra historia no podemos sino sentirnos profundamente inquietos. Y sí, hay razones más que suficientes para seguir desvelados.

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