Hablar de la muerte sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. Evitamos mencionarla, pero su proximidad suele despertar en las personas una profunda reflexión sobre la vida. Cuando alguien cercano fallece, surgen preguntas esenciales sobre el sentido de la existencia, el rumbo de nuestras decisiones y lo que realmente importa.

Durante una charla reciente en el Teatro Oriente de Santiago de Chile titulada ¿Quién soy, hacia dónde voy, con quién y para qué?, se abordaron estos cuestionamientos fundamentales. Y es que solo al mirar de frente la finitud de la vida, el pensamiento adquiere una nueva claridad. En los momentos cercanos al final, muchas personas experimentan una especie de revelación, una revisión honesta del camino recorrido, en la que cobran peso cosas que antes parecían menores.

A partir de investigaciones realizadas por personal médico en unidades de cuidados paliativos y oncología, donde se acompaña a pacientes en fases terminales, se ha identificado una lista de los arrepentimientos más comunes. Estas son las seis razones que más se repiten, ordenadas de mayor a menor frecuencia:

  1. Haber trabajado en exceso
    Muchas personas lamentan haber vivido para el trabajo, sacrificando vínculos personales y experiencias significativas. El equilibrio entre la vida laboral y el bienestar emocional es fundamental. El amor, las amistades, la cultura y los pasatiempos también forman parte de la felicidad.

  2. Preocuparse por cosas sin importancia
    Otro pesar frecuente es haber dedicado tiempo y energía a problemas que, con perspectiva, eran irrelevantes. Falta de distancia emocional y dramatización excesiva de ciertas situaciones suelen ser motivos de arrepentimiento. Saber distinguir lo esencial de lo accesorio es una forma de sabiduría vital.

  3. No haber disfrutado más de la vida
    Al llegar al final, muchos lamentan no haber saboreado los pequeños placeres, no haberse permitido descansar o disfrutar del tiempo libre. Aprovechar el presente y buscar lo que nos da alegría debería ser una prioridad, no una excepción.

  4. Haber descuidado a la familia
    En especial entre padres, surge el pesar por no haber estado más presentes en la crianza de los hijos. La figura del “padre ausente”, absorbido por sus obligaciones laborales, es cada vez más común. La vida familiar necesita tiempo, implicación emocional y transmisión de valores, no solo sustento económico.

  5. No haber sido fiel a uno mismo
    Muchos expresan el deseo de haber tenido el valor de vivir según sus propios deseos y no bajo las expectativas de los demás. Este punto apunta a la autenticidad, a mostrarse tal como uno es sin temor al juicio externo.

  6. Una vida espiritual débil o superficial
    Finalmente, hay quienes sienten que les faltó una dimensión trascendente que les ayudara a comprender el sentido de la vida y la muerte. La ausencia de creencias o una espiritualidad poco desarrollada puede dejar un vacío difícil de llenar en los últimos momentos.

Estos testimonios no son meras anécdotas. Son señales que invitan a repensar cómo vivimos y a priorizar aquello que realmente nos hará sentir en paz cuando llegue el momento de mirar hacia atrás.

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