La idea de que no estamos solos en el universo ha inquietado a pensadores desde hace siglos. Giordano Bruno, por ejemplo, sugirió que debía haber otros mundos habitados, lo que terminó costándole la vida. Sin embargo, no fue hasta 1995 que se descubrió el primer planeta fuera del sistema solar: un exoplaneta orbitando la estrella 51 Pegasi, gracias al trabajo de Michel Mayor y Didier Queloz, quienes recibirían el Premio Nobel años más tarde.
Desde entonces, la búsqueda de exoplanetas ha crecido de forma exponencial. Hoy, sabemos de más de 5.000 mundos fuera del sistema solar, algunos similares a la Tierra, y se estima que hay miles de millones más en nuestra galaxia. Este contexto reaviva el interés por los programas SETI, dedicados a detectar señales de vida inteligente en el cosmos.
La dificultad no es menor: aunque encontrar planetas fue un gran paso, demostrar que albergan vida sigue siendo un enorme desafío. Los astrónomos recurren a radiotelescopios para buscar emisiones electromagnéticas —especialmente ondas de radio— que podrían ser producidas por civilizaciones avanzadas.
Federico García, del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), explica que las ondas de radio, al tener longitudes de onda más largas, pueden atravesar el polvo interestelar y recorrer grandes distancias, lo que las convierte en candidatas ideales para la comunicación entre mundos.
De los pioneros a la IA
El proyecto SETI nació formalmente en 1960, cuando Frank Drake inició la búsqueda organizada de señales extraterrestres. Años más tarde, Carl Sagan revivió el entusiasmo por el programa, ampliando el número de estrellas bajo observación. En 2015, el físico y empresario Yuri Milner revolucionó SETI al donar 100 millones de dólares para la iniciativa Breakthrough Listen, lo que permitió recolectar más datos en un solo día que en toda la historia previa del programa.
A pesar del enorme volumen de información, el gran problema ahora es filtrar y analizar las señales en busca de aquellas que realmente podrían tener un origen alienígena. La mayoría de los datos están contaminados por interferencias terrestres o fenómenos naturales.
Sofía Sheikh, astrónoma de SETI, señala que el desafío actual no es recolectar más señales, sino identificar cuáles merecen atención. Los métodos tradicionales no son suficientes, por eso entró en escena la inteligencia artificial.
El aprendizaje automático al servicio del espacio
Peter Ma, físico de la Universidad de Toronto, ha desarrollado nuevos algoritmos basados en machine learning, una rama de la inteligencia artificial que aprende con cada iteración. Su sistema fue entrenado para distinguir entre señales humanas, ruido natural y potenciales transmisiones de origen desconocido.
El equipo utilizó el radiotelescopio Green Bank de 100 metros para observar 820 estrellas, generando más de tres millones de registros. El algoritmo descartó casi todas por ser interferencias, y Ma revisó manualmente 20.000 de ellas, quedándose con apenas ocho señales prometedoras. Sin embargo, al no poder volver a detectarlas, también fueron descartadas.
Aun así, el avance es notable: ahora se cuenta con herramientas capaces de analizar datos antiguos y nuevos provenientes de telescopios como el MeerKAT, que cuenta con 64 antenas.
La ciencia ciudadana como aliada
En paralelo, un grupo de investigación de la Universidad de California en Los Ángeles, liderado por Jean-Luc Margot, ha desarrollado otro sistema de machine learning que ya ha clasificado el 99,5% de 64 millones de señales de 42.000 estrellas. Pero aún quedan decenas de miles sin clasificar.
Para resolverlo, crearon una plataforma colaborativa donde cualquier persona puede ayudar. Las señales fueron convertidas en imágenes, permitiendo que voluntarios entren al sitio www.zooniverse.org/projects/ucla-seti-group/are-we-alone-in-the-universe y colaboren con el análisis. Esto no solo acelera el proceso, sino que mejora los propios algoritmos.
¿Y si estamos buscando mal?
A pesar de todos los esfuerzos, aún no se ha detectado una señal inequívoca de vida inteligente. Esto ha llevado a algunos científicos a replantear los métodos. SETI ya explora también señales láser como alternativa a las ondas de radio, mientras que otras investigaciones sugieren que civilizaciones avanzadas podrían haber desarrollado tecnologías aún desconocidas para nosotros.
Ann Druyan, colaboradora de Carl Sagan, reflexiona que tal vez nuestras ideas sobre vida extraterrestre son simples proyecciones humanas. “La historia de la ciencia demuestra que siempre fuimos sorprendidos. Quizá no somos lo suficientemente avanzados como para imaginar lo que otros seres podrían ser”, sostiene.
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