A las 16:24 hrs de este martes, el Palacio de La Moneda activó su protocolo de cirugía mayor: un comunicado presidencial anunciaba la salida de Maya Fernández (Defensa) y Miguel Crispi (jefatura de asesores), seguido de una apresurada conferencia de prensa con la vocera (s) Aysén Etcheverry y la nueva ministra Adriana Delpiano. La escena –sin ceremonial y con respuestas evasivas– delataba una operación de urgencia.
El movimiento no es cosmético. Analistas consultados por este medio coinciden: Boric ejecuta un reset de su último año con cuatro objetivos clave:
1. Agenda de contención
Retirar de la primera línea a Fernández evitaba su exposición en tres frentes explosivos: la acusación constitucional por la casa de Allende (votación incierta en el Congreso), el proceso penal en su contra y la comisión investigadora. Un cálculo de riesgo: sacrificar a una figura emblemática (nieta de Allende) para ganar oxígeno en temas sensibles.
2. Protección del núcleo duro
La renuncia de Crispi –gestada desde diciembre, según fuentes del Segundo Piso– cumple un doble propósito:
- Escudo político: Alejar al sociólogo del caso Monsalve (su enfrentamiento con la oposición en la comisión investigadora alcanzó punto crítico este lunes).
- Control de daños: Limpiar el flanco judicial ante la inminente desclasificación del caso Procultura (Fiscalía revelará en abril detalles del convenio de $629 millones con la fundación homónima).
3. Geometría coalicional
La entrada de Delpiano (PPD) y Lobos (independiente) responde a un puzzle de equilibrios:
- Compensar al PPD tras la salida de Carolina Tohá (ahora candidata presidencial).
- Incorporar a Lobos –bien evaluada internamente– sin ceder espacio al Socialismo Democrático, que mantiene tensión con el FA por cuotas de poder.
4. Recentralización moderada
Felipe Melo, el nuevo jefe de asesores, representa un giro hacia perfiles menos confrontacionales. La pregunta en corrillos: ¿Será suficiente para apaciguar a sectores críticos del FA? Expertos advierten que su margen será limitado, dado el dominio radicalizado en el Segundo Piso.
Cronología de un desgaste
El sociólogo Miguel Crispi acumulaba desde 2023 una tormenta perfecta de controversias:
- Caso Monsalve: Negativa a revelar recomendaciones tras denuncia de violación contra exsubsecretario.
- Democracia Viva: Omisión de su reunión con Catalina Pérez previo al escándalo, según declaración del exseremi Carlos Contreras.
- Procultura: Investigado por convenio cuestionado con fundación dirigida por Alberto Larraín.
Su salida marca un récord: Boric es el primer presidente desde 1990 en cambiar tres veces a su jefe de asesores (Dammert, Crispi, Melo). Un síntoma de inestabilidad en el corazón del gobierno.
Lecciones de una crisis
El paralelo con las salidas de Jackson y Meza-Lopehandía no es casual. Los tres casos exponen un patrón recurrente:
- Amigos íntimos vs. gestión pública: La tensión entre lealtad personal y eficacia técnica.
- Efecto contagio: Escándalos que saltan de un sector a otro (Subdere a Segundo Piso).
- Costo electoral: Cada salida debilita la narrativa de «gobierno ético» que Boric usó como bandera en 2022.
El factor Allende
La baja de Fernández –símbolo histórico– revela prioridades duras: el PC aceptó sacrificar su figura ante la necesidad de proteger a Jeannette Jara (potencial candidata presidencial). Un guiño a pragmatismo en año electoral.
¿Hacia dónde?
Analistas ven en estos cambios una doble lectura:
- Fortaleza: Capacidad de Boric para recortar a aliados desgastados.
- Debilidad: Falta de cuadros técnico-políticos en su coalición.
Con el 2024 definido por elecciones y baja popularidad (45% según CEP), el presidente juega su última carta: convertir la crisis en oportunidad. El riesgo: que los vasos comunicantes entre casos judiciales y ajustes de gabinete sigan drenando capital político.
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