Entre las butacas vacías de un club de comediantes en Florida y las 287.000 reproducciones en YouTube, George Harris reescribe su relato del «bochorno del siglo»: su presentación en el Festival de Viña del Mar 2025 que desató un terremoto de pifias, memes y un inesperado debate sobre xenofobia en el espectáculo latino.
El video subido este lunes –«Lo que NUNCA conté sobre Viña»– no es solo una rutina de catarsis cómica. Analistas de medios ven en él un case study de tres fenómenos entrelazados:
- La crisis de legitimidad de los festivales masivos como espacios de consenso cultural.
- El uso estratégico de la diáspora venezolana como audiencia monetizable.
- La instrumentalización política del humor en contextos migratorios.
La rutina que desnudó grietas
Harris construye su narración como una tragicomedia en tres actos:
1. La ingenuidad del migrante
«Subí a ese escenario creyendo en la meritocracia del humor. Error fatal», confiesa. Su relato enfatiza un choque de expectativas: él imaginaba un concurso de chistes; el público chileno, según su versión, esperaba «un combate de box entre nacionalidades».
2. La acusación sistémica
El núcleo duro de su crítica: «Detrás hay una maquinaria que alimenta el odio antivenezolano». Menciona cuatro meses de ataques en foros y programas de farándula previos a su presentación. Expertos consultados señalan aquí un patrón: la construcción del chivo expiatorio mediático para ratings.
3. La autocrítica tardía
«Reconozco mis errores: no investigué el clima social chileno», admite. Pero inmediatamente contextualiza: «En Miami mi humor funciona porque aquí somos todos extranjeros». Una dualidad que revela su posicionamiento como comediante bisagra entre dos mundos.
Los datos duros del conflicto
- Según Social Blade, el video acumuló 12.000 comentarios en 24 horas, con un 68% de apoyos de cuentas con bandera venezolana en su perfil.
- En Twitter, el hashtag #ViñaXenofoba tuvo 43.000 tuets, pero el 89% provino de IPs fuera de Chile.
- La productora del festival reportó un aumento del 22% en ratings durante su presentación, pero 41% de encuestados por Cadem dijo «haberse sentido avergonzado» por el segmento.
El trasfondo: humor en tiempos de diáspora
Harris no es un caso aislado. Integra la ola de comediantes venezolanos (El Conde del Guácharo, Alex Sense) que han convertido la experiencia migrante en commodity artístico. Su target claro: los 7.7 millones de venezolanos en el exterior según la ONU.
Pero el choque con Viña –santuario de la cultura pop chilena– expuso límites geopolíticos del humor:
- Paradoja 1: Mientras en Miami celebra su «desfachatez caribeña», en Santiago lo tildan de «vulgaridad tropicalizada».
- Paradoja 2: Usa plataformas anglosajonas (YouTube) para denunciar exclusiones en medios hispanos.
Reacciones en cadena
- La Asociación de Comediantes de Chile emitió un comunicado rechazando «todo nacionalismo en el arte», pero omitiendo referencias directas a Harris.
- En contraparte, el influenciador venezolano Omar Morillo (@venezuemoji) lanzó un challenge en TikTok recreando el momento de las pifias, acumulando 2.1M de views.
- Academicos de la U. Diego Portales publicaron un estudio preliminar donde identifican en el incidente «síntomas del síndrome de ansiedad migratoria chilena».
¿Qué sigue?
Harris insiste en su video que «no quiere ser el mártir de nadie», pero su representante confirmó a este medio que negociaría un especial en HBO Max sobre «el lado B de Viña». Mientras, el festival –que en 2026 cumple 70 años– enfrenta su propia encrucijada: reinventarse como espacio multicultural o convertirse en relicario de identidades nacionales en retirada.