El gobierno del Presidente Gabriel Boric va a pasar a la historia más por sus errores y fracasos que por sus aciertos y éxitos. Si bien el fracaso de Boric en su intento por “superar” el modelo capitalista es una buena noticia para Chile, los cuatro años perdidos en crecimiento, creación de empleo e inclusión social tendrán costos que deberemos pagar por mucho tiempo. La derrota del proyecto fundacional del primer proceso constituyente evitó que el país cayera al precipicio, pero Chile todavía no es capaz de retomar el sendero correcto para alcanzar el desarrollo que queremos y necesitamos. Si bien muchos respiran aliviados ahora que queda menos de un año de gobierno de Boric, es un error pensar que se acaba la pesadilla. Este gobierno ha sido más bien un choque automovilístico cuyas secuelas seguirán atormentándonos por varios años después de que Boric haya dejado la presidencia.
Aunque es doloroso revivir los traumas, no podemos olvidar que Boric fue cómplice activo del intento por refundar el país e imponer un sistema político inviable soñado por una izquierda radical panfletaria, irresponsable y torpemente estatista. El hecho que la bala no haya impactado el corazón de nuestra institucionalidad democrática no exculpa ni a Boric ni a su gobierno del intento de asesinar un sistema institucional que necesitaba (y necesita) mejoras, pero no una refundación.
Es cierto que, después del fracaso del proceso constituyente, Boric sumó a su gobierno a la izquierda razonable y sensata. Pero es un error creer que Boric se convirtió en un social demócrata. Igual que los amigos del alcohólico empedernido que lo acompañan y ayudan a no tomar, la izquierda razonable evitó que el gobierno siguiera impulsando malas reformas y fracasadas ideas. Sin embargo, Boric jamás ha renegado de las locuras e insensateces que prometió implementar cuando era candidato en 2021. El que Boric haya terminado gobernando con una camisa de fuerza no significa que hayan desaparecido sus instintos por querer destruir el modelo de libre mercado que hizo exitoso al Chile democrático entre 1990 y 2019.
Sus defensores dirán que Boric normalizó a un país golpeado por el estallido social y por la pandemia; pero buena parte de la responsabilidad por el mal estado en que estaba el país a fines de 2021 fue de Boric y sus aliados del Frente Amplio y del Partido Comunista que no trepidaron en adoptar posiciones irresponsables, populistas y obstruccionistas tanto durante el estallido social como frente a la respuesta del gobierno de Piñera para enfrentar la pandemia. La forma en que la izquierda actuó durante el gobierno de Piñera fue de una irresponsabilidad suprema. Para no ahondar en detalles, basta el reconocimiento de su mal actuar que hizo el propio Boric en el funeral del Presidente Piñera hace un año. Decir que uno de los logros del gobierno de Boric fue ordenar el desorden que ellos mismos ayudaron a crear es de una mala fe que no resiste análisis.
Las iniciativas que promovió el gobierno, desde la propuesta de nueva constitución del primer proceso hasta la desaparición del sistema de capitalización individual (que venía contenido en la reforma de pensiones que inicialmente presentó el gobierno), pasando por su renuncia a aceptar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP-11) y los indultos a los delincuentes condenados por delitos durante la revuelta social, subrayan que, de haber podido, el gobierno hubiera llevado al país por el sendero del estatismo torpe y el debilitamiento de las instituciones y el estado de derecho. Aunque no lograron hacer hundir el barco, nadie puede desconocer que lo intentaron. Fracasar en el intento de llevar al país por el mal camino no es un atenuante.
Buena parte de la comentocracia chilena correctamente critica por estos días las propuestas radicales de los candidatos presidenciales de extrema derecha, pero resulta preocupante que esa misma comentocracia se resista a clasificar a Boric y al Frente Amplio o al PC como representantes de un radicalismo de izquierda que le hace mal al país y a la democracia. Esos comentaristas que ven radicalismo solo en la derecha se parecen al intelectual que, cuando su hijo le dice que le duele la rodilla, responde preguntando ¿cuál rodilla? ¿La izquierda o la de extrema derecha?
Ahora que el gobierno de Boric está en su último año abundarán los análisis sobre sus logros y fracasos. Esos análisis no debieran olvidar destacar el objetivo refundacional de este gobierno que, afortunadamente, fracasó. Es importante recordar que, hace cuatro años, los chilenos votaron mayoritariamente en segunda vuelta por un candidato de izquierda radical sin experiencia y con ideas extremistas que se basaban más en emociones que en evidencia. Es de esperar que este año los chilenos hayan aprendido la lección y no se dejen llevar por los cantos de sirena de candidatos radicales, esta vez de derecha, que no tienen experiencia en el gobierno y promueven ideas basadas más en las emociones y en la rabia que en la evidencia.
Si el gobierno de Boric demostró que lo empieza mal termina peor, es esencial que los chilenos aprendan la lección y entiendan que, para poner al país en la dirección correcta, hay que partir por evitar elegir al candidato que habla con más rabia y que promete cambios más radicales.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP.
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