Mientras los partidos y candidatos presidenciales de derecha siembran dudas sobre su capacidad de dar gobernabilidad al país al ser incapaces de sentarse a conversar para forjar una alternativa de unidad para las elecciones de noviembre, la izquierda -aunque sea por razones innobles- está demostrando que entiende muy bien que, en primarias, la unión hace la fuerza. Si bien quedan siete meses para la primera vuelta de la elección presidencial de 2025, la izquierda está demostrando unidad y liderazgo al ir encaminada a realizar primarias presidenciales en la que participarán los partidos más importantes del sector. La derecha, en cambio, muestra desorden, rencillas internas, y personalismos egoístas e injustificadamente ambiciosos que contribuyen a bloquear lo que debería ser un camino relativamente seguro hacia una tranquila victoria electoral en noviembre.
Las primarias ofrecen oportunidades y representan amenazas. Como los candidatos se deben inscribir a fines de abril y la primaria es a fines de junio, aquellos que se posicionan más tempranamente en la arena electoral tienen ventajas sobre los que entran más tarde. Los candidatos que recién empiezan a hacerse conocidos a menudo prefieren ir directamente a la votación de primera vuelta, para así tener más tiempo para desplegarse y cultivar más apoyo. Además, los candidatos que ganan las primarias sufren un cierto desgaste al tener que estar tanto tiempo en campaña, especialmente cuando la gente todavía no está poniendo mucha atención al proceso electoral.
Pero las primarias también conceden una incuestionable legitimidad electoral al ganador. Además, cuando convocan a un alto número de votantes -en un proceso donde la votación no es obligatoria- el ganador de las primarias se posiciona como uno de los favoritos para ganar la elección de fin de año. Las primarias producen un efecto de resorte que ayuda a posicionar al candidato ganador.
La evidencia muestra que las primarias en general ayudan, pero no siempre. En 2017, las primarias ayudaron a posicionar a Beatriz Sánchez, que después desperdició el empujón con una campaña muy centrada en el nicho de izquierda. Pero ese mismo año, Sebastián Piñera fue favorecido con su avasalladora victoria en las primarias. Lo mismo ocurrió con Gabriel Boric en 2021. Pero ese mismo año, el ganador de las primarias de derecha, Sebastián Sichel, desperdició el empujón inicial al tratar de ir a conquistar al votante de centro y olvidarse de que primero debía conquistar a los votantes de derecha.
En 2025, las primarias parecen presentar una oportunidad para la izquierda y un problema para la derecha. La izquierda está usando las primarias como una oportunidad para reinventarse y dejar atrás la fracasada experiencia del gobierno de Boric, inicialmente radical y después forzado por las circunstancias a una incómoda y poco fructífera moderación. Para la izquierda, las primarias se están convirtiendo en la oportunidad de enterrar el legado de Boric y comenzar a forjar una nueva propuesta de país para los próximos 4 años. La diversidad de opciones que parece habrá en esa votación (Carolina Tohá, Jeannette Jara, Gonzalo Winter, Vlado Mirosevic y, tal vez, Marco Enríquez-Ominami e incluso Paulina Vodanovic) dará opciones a los votantes de izquierda para escoger cuál es la dirección que debe tomar ese sector en los próximos meses.
Para la derecha, en cambio, las primarias se están convirtiendo en un dolor de cabeza. La disputa por la hegemonía del sector que se está dando entre los partidos tradicionales (RN, UDI y Evópoli) y los partidos emergentes (Republicanos y Nacional Libertario) parece especialmente sangrienta y polarizadora. Mientras unos son tildados como derechita cobarde, los otros son catalogados como radicales, populistas y extremistas. Las candidaturas presidenciales de la derecha tradicional (Evelyn Matthei) y de las derechas emergentes (José Antonio Kast y Johannes Kaiser) están más preocupadas de destruirse mutuamente que de los rivales que tienen al frente. Aunque insisten en decir que sus adversarios están en la izquierda, los tres candidatos de derecha están más preocupados de dispararse entre ellos que de construir una alternativa que dé gobernabilidad a Chile a partir de marzo de 2026.
Aunque el incuestionable fracaso del proyecto fundacional de Boric lleva a muchos a pensar que la izquierda no tiene nada que enseñarle a la derecha, es evidente que la izquierda es mucho mejor que la derecha construyendo un proyecto unitario y poniendo de lado sus diferencias para trabajar por un objetivo común. Mientras la derecha profundiza sus diferencias y las convierte en cuestiones de principios, valores, moralidad y límites infranqueables, la izquierda entiende las diferencias entre sus partidos como cuestiones secundarias que no desvían la atención del objetivo principal, ganar las próximas elecciones.
Aunque todavía tiene que correr mucha agua bajo el puente, las primeras señales que hemos tenido en las semanas recientes indican que la izquierda entiende mucho mejor que la derecha que la unión hace la fuerza y que sus rivales están del otro lado del espectro ideológico. Mientras la derecha sigue enfrascada en una costosa disputa fratricida sobre liderazgos más que ideas, la izquierda comienza a preparar sus tropas para una batalla electoral que parece cada vez más competitiva.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP.
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