Los desafíos y amenazas que enfrenta el país, hoy por hoy, no tienen sus raíces sólo en la situación internacional incierta y convulsionada sino, lo que es más grave, dentro de nuestras propias debilidades institucionales, en especial debido a que las estructuras encargadas de garantizar la estabilidad, el orden, la justicia, la seguridad y el desarrollo, se encuentran fragmentadas, débiles e incluso ausentes… síntoma de una crisis profunda.
Siendo las instituciones los pilares del “orden republicano”, por ser las que garantizan el equilibrio entre las diversas fuerzas sociales, económicas y políticas, donde la ciudadanía puede resolver sus diferencias y promover el bienestar tanto individual como colectivo, entonces, cuando el “orden institucional” no funciona o sirve a intereses particulares, la sociedad se convierte en una entelequia sin identidad ni rumbo.
Es un hecho que, si las instituciones no cumplen su rol de garantes de la seguridad, la justicia, la equidad y el orden, se crea un ambiente de desconfianza y desesperanza que incentiva la búsqueda de soluciones al margen de la ley o bajo el manto de ofertas que prometen “el oro y el moro” … camino seguro de inestabilidad y caos.
La carencia de una institucionalidad política y económica sólida, que en la actualidad afecta al país, nos deja -a juicio de esta pluma- en una situación de extrema vulnerabilidad ante la amenaza que se cierne sobre todas las economías del mundo; en nuestro caso además “nos pilla” en las peores condiciones, con menos ahorro, más déficit y más deuda, amén de un gobierno inoperante e irresponsable… Explosiva formula que nos puede arrastrar a una crisis sin precedentes en el orden interno.
Ante esta situación, la política debe dejar de ser una mera lucha por el poder, una instancia para pagar favores o para saquear sin escrúpulos las arcas fiscales; debe pasar a convertirse en una instancia eficiente y constructiva, tolerante y proba, donde el interés de “los señores políticos” se concentre en los problemas reales del país y de la gente.
Próximos a una elección Presidencial y parlamentaria, el espectáculo que estamos presenciando es… “del terror”. Fuera de que hay más de 200 candidatos para Presidente, los más de 20 partidos políticos existentes están ventilando candidatos como quien saca “conejos de un sombrero de mago”.
Lo grave de esta situación no es el número de candidatos, prueba de cuan fragmentada está nuestra institucionalidad política, sino el que quienes según las encuestas tienen alguna posibilidad, estén enfrascados en “dimes y diretes”, en “un guirigay de descalificaciones” o preocupados de todo menos… de lo que realmente importa. Ninguno (y ninguno es ninguno) está planteando una “Visión País” sino que meros “caramelos populistas y contingentes”.
A pesar de todo, esta optimista pluma no pierde la esperanza que el restablecimiento del orden institucional, proceso que no es fácil ni rápido, y la solución de los problemas que afectan a nuestro hoy invertebrado país, llegará… “Cuando un candidato dé a conocer ´su Propuesta´ en forma clara, contundente y convincente”.
Por Cristián Labbé Galilea
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