La visión económica del Papa Francisco, marcada por su rechazo a los excesos del capitalismo pero también por un pragmatismo institucional, revela contradicciones y ejes estratégicos que definen su legado. Un examen de sus intervenciones, declaraciones y alianzas, basado en fuentes cercanas y documentos citados, permite desentrañar su postura única en el cruce entre ética y economía global.
1. Los cuatro pilares de su crítica económica
Según interlocutores consultados por PERFIL, el Pontífice centró su crítica en cuatro ejes:
-
Desigualdad como fracaso ético:
Para Francisco, la pobreza no es solo un problema técnico, sino moral. En 2023 cuestionó la gestión de Alberto Fernández al señalar que la pobreza en Argentina pasó del 5% en 1955 al 52% actual por «mala administración». En 2024, criticó la represión a manifestantes bajo el gobierno de Milei, rechazando la criminalización de reclamos sociales: «No tenían derecho a reclamar lo suyo, porque eran revoltosos, comunistas». -
Ecología integral:
Su encíclica Laudato Si (2015) fue un manifiesto contra la explotación ambiental, donde propuso el «ecocidio» como pecado y exigió una «conversión ecológica». Para él, la crisis climática es inseparable de la injusticia social. -
Deuda como trampa sistémica:
Un economista cercano a su círculo reveló que Bergoglio veía al sistema financiero como un ente que «resolvía sus problemas con más deuda», perpetuando crisis en países vulnerables. -
Ciencia al servicio de pocos:
Denunció que las reglas de los «grandes holdings» impedían que la humanidad se beneficiara de avances científicos, especialmente en salud y tecnología.
2. Francisco como operador global: lobby y diplomacia económica
El Papa no se limitó a la crítica: actuó como mediador clave en disputas económicas internacionales:
-
Vacunas COVID-19:
En 2020, según fuentes cercanas, convenció a Joe Biden de flexibilizar las patentes para democratizar el acceso, un movimiento que tensionó a las farmacéuticas. -
Deuda del Sur Global:
En 2024, coorganizó con Martín Guzmán el encuentro «La crisis de deuda en el Sur Global», donde presionó al FMI para reducir sobrecargos a países como Argentina. Su influencia llegó a Jay Shambaugh (Tesoro de EE.UU.), logrando cambios en la política del organismo. -
Red de aliados técnicos:
Su relación con Guzmán (a quien nombró en la Pontificia Academia de Ciencias Sociales) y Joseph Stiglitz (mentor del exministro y líder de la comisión Jubileo) muestra su estrategia: articular expertise técnico con advocacy ético para reformar la arquitectura financiera.
3. La ambivalencia con el poder empresarial
Su postura hacia los empresarios fue matizada, combinando desconfianza con alianzas selectivas:
-
Crítica al lucro deshumanizado:
En 2016 declaró: «Las empresas no deben existir para ganar dinero (…). Existen para servir». Fuentes cercanas añaden que para él, poner «intereses de negocios por encima de las personas» era incompatible con la honestidad. -
Excepciones estratégicas:
Eduardo Eurnekián (dueño de Corporación América) fue un caso singular. Reconocido en 2019 por apoyar el programa Scholas Occurrentes, el magnate es descrito en su entorno como «uno de sus mayores ídolos», lo que sugiere que Francisco valora filantropía con impacto social tangible.
Síntesis crítica: ¿Revolucionario o reformista?
La economía bergogliana evade etiquetas simplistas:
-
No es anticapitalista, pero sí anti-extractivista: defiende un mercado «regulado» (según fuentes argentinas), donde el Estado y la ética limiten los abusos.
-
Diplomacia económica vaticana: Usa su influencia moral para incidir en organismos como el FMI, pero mediante canales técnicos (Guzmán, Stiglitz) que legitimen sus propuestas.
-
Paradoja empresarial: Desconfía del «círculo rojo», pero coopta a figuras como Eurnekián para proyectos concretos, priorizando resultados sobre pureza ideológica.
Conclusión analítica: Un pontificado económico en tensión
Francisco construyó un legado dual:
-
Radical en diagnóstico: Denuncia la desigualdad, la deuda predatoria y el ecocidio como pecados estructurales.
-
Pragmático en soluciones: Negocia con Biden, lobby en el FMI y acepta alianzas con empresarios «útiles».
Su frase «No soy un comunista» sintetiza esta contradicción: un reformista que desafía el capitalismo desde dentro, usando herramientas del sistema para cambiarlo. El éxito de su agenda, sin embargo, dependerá de si sus herederos logran mantener ese equilibrio entre idealismo y realpolitik.
- Esta noticia fue redactada utilizando los adelantos técnicos propios de este sitio web. Se acepta cualquier reproducción en otro medio, ojalá citando la fuente:www.eldiariodesantiago.cl
/