En los últimos años, se ha vuelto recurrente escuchar desde ciertos sectores del oficialismo y organizaciones afines la tesis de que la migración irregular sería una herramienta útil para enfrentar el envejecimiento de la población chilena y la baja tasa de natalidad. Según esta mirada, los migrantes no solo rejuvenecerían la pirámide demográfica, sino que adicionalmente, sus padres asumirían trabajos que los nacionales “no quieren”. Pero ésta lógica no solo es simplista: es equivocada y políticamente irresponsable.
Tener hijos en Chile, sea nacional o extranjero, es una decisión cada vez más difícil. El alto costo de la vida, la precariedad laboral, la inseguridad y la debilidad de las redes de protección social hacen que muchas familias posterguen indefinidamente la posibilidad de tener hijos. Y esto no distingue pasaporte ni idioma: afecta por igual a chilenos, migrantes que ingresaron con visa a Chile y aquellos que entraron ilegalmente. De hecho, la evidencia muestra que, una vez asentados en el país, los migrantes también reducen su tasa de natalidad, adaptándose a las condiciones locales.
Por eso, es una falacia sostener que la solución a la baja natalidad pasa por abrir las puertas a más migración clandestina. Esa postura no enfrenta el problema de fondo -lo caro y solitario que es criar en Chile-, sino que lo esquiva. Y al hacerlo, contribuye a normalizar el ingreso irregular, a desincentivar la migración ordenada y a tensionar aún más un sistema social ya sobreexigido.
Lo mismo ocurre con el argumento económico. Decir que los migrantes irregulares toman los trabajos que los chilenos rechazan es resignarse a una economía estancada, de baja productividad y sueldos que dificultan la movilidad social. No se trata de rechazar la migración, sino de exigir que esta se produzca en un marco de orden y legalidad, donde se respeten las reglas y se promueva el desarrollo de todos. De hecho, ha sido bastante impresionante ver a la ex Ministra del Interior y a gran parte de la izquierda defender el abuso laboral y la informalidad de trabajo para extranjeros para evitar cumplir la ley y expulsar a quien ingreso ilegalmente a nuestro país.
Chile sí necesita nuevas generaciones y también nuevos talentos. Pero no puede ni debe avanzar en esa dirección tolerando el descontrol ni premiando la informalidad. Lo urgente es crear condiciones reales para que más familias puedan decidir tener hijos con seguridad, apoyo y esperanza. No es más migración ilegal lo que resolverá la crisis demográfica, sino un Estado que vuelva a estar del lado de quienes cumplen las reglas, trabajan, contribuyen y quieren construir un mejor país.
Por Álvaro Bellolio, Ingeniero Civil Industrial en Tecnologías de la Información y Director Escuela de Gobierno Universidad Nacional Andrés Bello, para El Líbero
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