La dos principales preocupaciones de los chilenos hoy son la seguridad ciudadana y salir del estancamiento económico en que se encuentra el país. Pero desde hace varios años, los chilenos también han acumulado descontento y malestar con las élites. Molestos por el mal camino que ha tomado Chile en esta última década, la gente quiere castigar a los grupos poderosos. Los candidatos presidenciales que se identifiquen demasiado con las élites arriesgan convertirse en un blanco favorito para que los insatisfechos votantes puedan expresar, en las elecciones de noviembre, su descontento con la élite política y empresarial del país.

En los países altamente desiguales, la gente resiente que las oportunidades no se distribuyan en base al mérito individual. La reproducción de las ventajas de cuna que gozan los miembros de la élite en cada generación alimenta el descontento popular y nutre de resentimiento a los sectores medios y bajos que respetan las reglas, pero no alcanzan a gozar los mismos beneficios del modelo que aquellos que nacen en sectores privilegiados. Aunque está lejos de ser el país más desigual del mundo, Chile tiene niveles de desigualdad que no debieran existir en sociedades capitalistas, que tienen instituciones que privilegian la competencia y el mérito. Para hacer que el modelo social de mercado funcione mejor, Chile necesita introducir reglas que promuevan más competencia y meritocracia.

Equivocadamente, muchos en la izquierda promueven recetas fallidas que buscan otorgarle al Estado un rol más importante en la economía. En vez de privilegiar el crecimiento y mayores niveles de competencia en distintos sectores, la izquierda a menudo promueve regulaciones excesivas, más impuestos y otras medidas que debilitan el crecimiento económico y tergiversan la sana competencia de los mercados. Desde el estallido social de 2019, la respuesta favorita de la izquierda ha sido hacer crecer el tamaño del Estado y poner barreras a la iniciativa privada. El resultado ha sido estancamiento económico y menores oportunidades para todos.

Después de desperdiciar valiosos años en frustrados procesos constituyentes, la gente está molesta con las élites por las promesas incumplidas y porque sienten que el país está peor ahora que antes del estallido social. Ese descontento se manifiesta no solo contra la clase gobernante, sino que se extiende contra toda la élite económica y social del país. La gente cree las élites chilenas no han sabido responder al desafío de generar una sociedad más desarrollada y con más oportunidades. Por eso, la molestia de las personas no se centra solo en el gobierno del Presidente Gabriel Boric. La gente quiere castigar a las élites en su conjunto.

Es más, en general las personas creen que, aunque ha sido evidentemente incapaz de enfrentar los desafíos nacionales, Boric tiene el lugar en el corazón correcto y se preocupa por el bienestar de los chilenos. La molestia con Boric no se asocia con los escándalos de corrupción que han manchado su gobierno. La gente está molesta con Boric por su incapacidad para materializar las promesas de cambio para bien que realizó en 2021. Pero si los chilenos tuvieran que escoger entre Boric y la élite empresarial y política nacional, probablemente la gente preferiría al saliente Presidente que a ese indefinido grupo de personas que toman las decisiones importantes y tienen la influencia necesaria para evitar que la torta se reparta mejor y que reproducen las injusticias que hacen que Chile sea un país más desigual de lo normal para sociedades con modelos de libre mercado.

Aunque la gente sospecha que el Estado es ineficiente y que los recursos públicos se gastan mal -los datos muestran que la desigualdad en Chile es casi la misma antes y después de que se cobren los impuestos y se asigne el gasto público- la molestia de los ciudadanos es con toda la elite, no solo con el Estado o el gobierno de turno.

Por eso, ahora que se acerca la elección presidencial de noviembre (en seis meses estaremos votando en la primera vuelta), es importante que los aspirantes presidenciales entiendan que no basta con tener las mejores propuestas en materias de crecimiento y seguridad ciudadana. La gente también mirará con atención quiénes son los candidatos que se perciben como más cerca de la elite empresarial y de gobierno. Las candidaturas que se asocien como las favoritas de la elite correrán el riesgo de ser castigadas por una población que está molesta y descontenta con las élites. Precisamente porque los candidatos saben que el mensaje de cambio será mucho más efectivo en este momento electoral cuando la gente cree que el país está yendo por el camino equivocado, es clave que los aspirantes a La Moneda entiendan que mientras más cerca aparezcan de las élites sociales y políticas del país, menos creíble será su mensaje de cambio y sus promesas de que, en su gobierno, las cosas se harán de forma distinta.

Así como los candidatos saben que deben distanciarse del gobierno de Boric, es clave que también entiendan que deben alejarse de las élites para poder atraer ese electorado que también está molesto e insatisfecho con aquellos que se benefician de las falencias y fallas del modelo económico que existe en Chile.

Esta columna de  Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, fue publicada en El Líbero

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