La Inteligencia Artificial General (AGI), concebida como una tecnología capaz de emular las capacidades cognitivas humanas, sigue siendo un horizonte lejano pero cada vez más explorado. Mientras expertos como Stephen Hawking y Elon Musk advierten sobre sus riesgos, empresas como OpenAI avanzan en prototipos que podrían acercarse a esta meta, como el proyecto Q*, revelado recientemente en medio de polémicas internas y cuestionamientos éticos.
¿Qué es la AGI y en qué se diferencia de la IA tradicional?
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IA tradicional (o «estrecha»): Diseñada para tareas específicas (ej: ChatGPT, DALL-E). Funciona bajo programación previa y sin autonomía general.
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AGI: Busca replicar la capacidad humana de razonar, aprender y adaptarse a múltiples contextos sin instrucciones explícitas. Su desarrollo implica habilidades como resolver problemas matemáticos, planificar en incertidumbre y comunicarse en lenguaje natural.
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Desafío actual: Mientras la IA domina tareas con respuestas únicas (como juegos o traducciones), la AGI requiere un salto cualitativo en razonamiento abstracto.
OpenAI y Q*: ¿Un paso hacia la AGI?
Según reportes de Reuters y The Information, OpenAI trabaja en Q* (pronunciado Q-Star), un modelo que resuelve problemas matemáticos básicos. Aunque esta habilidad parece sencilla, investigadores internos lo consideran un avance significativo:
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Potencial: Podría sentar bases para máquinas que superen a humanos en tareas económicamente valiosas.
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Advertencias internas: Antes del despido de Sam Altman (CEO fundador), varios investigadores alertaron a la junta directiva sobre los riesgos de comercializar un hallazgo «que podría amenazar a la humanidad».
La polémica con Sam Altman y los dilemas éticos
Altman, clave en el éxito de ChatGPT y en la alianza con Microsoft, fue despedido temporalmente en noviembre de 2023 tras tensiones con la junta directiva. Entre los motivos:
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Presión por comercializar avances: Acusaciones de priorizar ganancias sobre la comprensión de riesgos.
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Declaraciones de Altman: En la cumbre de APEC, afirmó: «Cuatro veces hemos empujado el velo de la ignorancia… hacerlo es el honor profesional de mi vida».
¿Por qué importa Q*?
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Matemáticas como frontera: Resolver problemas con una única respuesta correcta exige razonamiento lógico, un paso hacia la AGI.
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Brecha actual: Modelos como ChatGPT aún no generalizan conocimientos como humanos. Por ejemplo, pueden generar texto coherente pero fallan en operaciones matemáticas simples sin entrenamiento específico.
Riesgos y escepticismo
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Advertencias históricas: Musk y Hawking han comparado la AGI con «invocar a un demonio» si se desarrolla sin controles.
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Consenso científico: La AGI sigue en fase exploratoria, con prototipos lejos de autonomía plena. Expertos piden marcos éticos antes de escalar tecnologías.
El futuro: ¿Meta alcanzable o quimera?
OpenAI mantiene la AGI como su misión central, pero el camino está plagado de desafíos técnicos y dilemas morales. Mientras Altman insiste en que «el velo de la ignorancia se está corriendo», críticos exigen transparencia. Con Q*, la promesa de una inteligencia artificial generalizada parece más tangible, pero ¿a qué costo?
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