El concepto de “incivilidades sociales” – conductas o actos que van en contra de la sana convivencia en espacios públicos -ha tomado fuerza en los últimos tiempos en el país.
Solo en las últimas horas se han conocido una serie de actos que ha generado debate y sobre todo, molestia entre la ciudadanía.
Uno de los hechos fue una “celebración”, que incluyó un asado, baile y música a todo volumen, tuvo lugar el fin de semana en el cementerio Parque El Manantial de Maipú.
El propio cementerio emitió un comunicado donde señaló este tipo de hechos, “si bien se presentan de forma muy esporádica, resultan preocupantes, incluso indignantes para el general de nuestros visitantes”.
Añadiendo que con transformaron “este lugar de respeto, reflexión y homenaje en uno donde primó la soberbia, el atropellamiento y la denigración de sus vecinos”, indicaron”.
Casi paralelamente conocimos cómo vendedores ambulantes ocuparon veredas y parte incluso de la misma Alameda, en Estación Central, dificultando la movilidad del sector.
El comercio ilegal en la zona se ha transformado en un gran dolor de cabeza para la gente. A lo anterior se suma, tal como informó La Tercera, cómo en el barrio Meiggs se han instalado verdaderos patios de comida ilegales
En menos de tres años, los puestos informales pasaron de vender artículos al paso a ofrecer almuerzos, café y hasta alcohol en plena vía pública.
En tanto, este martes se produjeron violentos incidentes en la estación La Cisterna del Metro de Santiago, durante un operativo entre efectivos de Carabineros y personal de seguridad con el objetivo de retirar del lugar la masiva presencia de comerciantes ambulantes que se instalan en distintos puntos del servicio.
Los vendedores ambulantes comenzaran a lanzar objetos contundentes contra el personal uniformado, con la intención de evitar la inspección e incluso algunos se subieron a los trenes que permanecían detenidos.
¿Pero qué explica que hayamos llegado a esta situación?
Un fenómeno multicausal
La última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) que se realizó en 2023, muestra altas cifras en percepción sobre la presencia de incivilidades.
Por ejemplo el consumo de alcohol o drogas en la vía pública alcanza un 40,2%; la presencia de sitios eriazos descuidados o acumulación de basura alcanza un 30,9%; el lanzamiento de fuegos artificiales obtiene un 30,1%; la presencia de comercio ilegal obtiene un 25,2%; además de la presencia de personas que habitan o duermen en la calle alcanza un 24,5%, también están los rayados en la propiedad pública o privada sin autorización que alcanza un 18,5%, la venta clandestina de alcohol obtiene un 11,4% y finalmente la prostitución o comercio sexual con un 5,0% a nivel nacional.
El otro grupo de incivilidades están los robos o asaltos en la vía pública con un 17,4%; las balaceras o disparos con un 16,3%; el vandalismo o daño a la propiedad pública o privada alcanza un 12,3%; las peleas callejeras sin armas obtienen un 8,3%; presenciar las amenazas o peleas entre vecinos alcanza un 7,9%; la presencia de pandillas violentas obtiene un 7,8% y finalmente las peleas callejeras con armas blancas o de fuego 7,4% a nivel nacional.
Para el académico de las Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, Javier Castillo, “las incivilidades que observamos actualmente en el país obedecen a dos fenómenos complementarios: por una parte, la pérdida de vigencia de normas sociales que antes eran ampliamente compartidas y aceptadas; por otra, el debilitamiento de las instituciones encargadas de hacerlas cumplir. Ambas condiciones —la legitimidad normativa y la capacidad de coerción— se encuentran hoy seriamente cuestionadas en el contexto chileno».
En la misma dirección, el investigador del Centro de Investigación de Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo, Jorge Fábrega, manifestó que “las incivilidades actuales son multicausales. Destacaría condiciones económicas precarias que empujan a muchas personas al comercio informal y al uso de la calle como lugar de sociabilidad. Todo ello, en un contexto de deterioro general de la convivencia expresada en la creciente demanda por seguridad. Por otro lado, en la práctica en algunas zonas el control disuasivo con patrullajes de carabineros (que funcionaba perfecto en el pasado) ya no es tan efectivo porque los que están cometiendo las incivilidades ya no se dispersan ante su presencia, sino que los enfrentan”.
“En algunos casos, estas prácticas también reflejan nuevas formas de ocupación del espacio urbano que se vuelven problemáticas porque chocan con los hábitos o si se quiere la idiosincrasia. Tanto es así que llevaron, por ejemplo, a acciones de las autoridades como la ordenanza ‘La vereda no es tu quincho’ en la comuna de Independencia para intentar dar cierto orden al uso de calles y veredas frente a la creciente instalación en la calle de braceros, cocinas, sillones etc.“, añadió el investigador.
Para muchos ciudadanos – como se puede apreciar en los comentarios de redes sociales- las incivilidades actuales del país son en parte consecuencia del aumento de la población inmigrante.
Sin embargo, para Castillo, “no es posible atribuir este fenómeno exclusivamente a la llegada de población migrante. Como se ha mencionado, las causas estructurales de las incivilidades remiten a dinámicas macrosociales de mayor alcance y profundidad. Sin embargo, la migración puede actuar como un factor que incide en la extensión o intensidad de estas prácticas, por al menos dos razones. Primero, porque aquello que en Chile se considera una norma social básica o un comportamiento aceptable puede no serlo en otras culturas; y segundo, porque en varios países de origen de la población migrante las instituciones policiales carecen de legitimidad o efectividad, lo que puede influir en la disposición a acatar su autoridad en contextos como el chileno”.
En esa línea, Fábrega señala que “para alguna población inmigrante que llegan a habitar esos sectores, ellos traen alegría o “candela” a esos barrios y lo ven como algo legítimo y plenamente civil; no obstante, para la población chilena que le antecede en esos lugares, ese comportamiento se percibe como la llegada del desorden, el ruido, y el deterioro y eso se vive como incivilidades. Esas dos visiones chocan con fuerza generando una dinámica social muy preocupante porque es una bomba de tiempo en la que cada cual, buscando reafirmar su identidad, rechaza la del otro».
Subsecretaria Leitao asegura que “se está trabajando en la problemática”
consultada sobre el tema, la subsecretaria de Prevención del Delito, Carolina Leitao, señaló a La Tercera que “ser víctima o testigo de un delito, sin duda, son las situaciones que más influyen en la percepción de inseguridad de las personas. Sin embargo, las incivilidades también repercuten en como miramos nuestro barrio y las actividades que desarrollamos en él”.
En esa línea, puntualizó que “la última Enusc (2023) muestra que un porcentaje importante de personas afirma convivir de manera cotidiana con situaciones como el consumo de alcohol y drogas en la vía pública, el comercio ilegal, las riñas o el vandalismo. Además, muchas veces estos hechos derivan en delitos más graves o facilitan que estos ocurran”.
Debido a esta situación es que desde la Subsecretaría “en paralelo con las acciones para prevenir los delitos más graves, tenemos programas orientados específicamente a la recuperación de espacios públicos, a la iluminación pública, a instalar cámaras en sectores conflictivos o a promover la prevención comunitaria. Porque incluso si logramos bajar los delitos más violentos, las personas no se van a sentir realmente seguras si viven rodeadas de incivilidades. Y por ello seguimos trabajando en abordar esta problemática con mayor eficacia” aseguró Leitao.
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