El 19 de octubre de 2017, el telescopio Pan-STARRS-1, ubicado en Hawái, anunció la detección del primer objeto interestelar observado en el sistema solar: 1I/2017 U1, denominado ‘Oumuamua —término hawaiano que significa “explorador”—. Desde su descubrimiento, el objeto ha desconcertado a la comunidad científica por su apariencia similar a la de un asteroide, pero con un comportamiento dinámico más propio de un cometa, especialmente por la aceleración que presentó al salir del sistema solar.

A raíz de este hallazgo, los astrofísicos han identificado un conjunto de objetos con características similares, conocidos como “cometas oscuros”. Estos cuerpos celestes son pequeños, carecen de coma —la nube de gas y polvo que normalmente rodea el núcleo de un cometa—, y presentan aceleraciones no gravitacionales atribuibles a la desgasificación de materiales volátiles, un patrón que recuerda el comportamiento observado en ‘Oumuamua.

En un reciente estudio liderado por la NASA, un grupo de investigadores ha identificado siete nuevos objetos con estas propiedades dentro del sistema solar, lo que duplica la cantidad de cometas oscuros conocidos hasta la fecha. El análisis también permitió diferenciar dos poblaciones de estos cuerpos: una compuesta por objetos más grandes localizados en las regiones exteriores del sistema solar, y otra integrada por cuerpos más pequeños que orbitan en el sistema solar interior.

La existencia de cometas oscuros fue planteada por primera vez en 2016, cuando se detectó una desviación inesperada en la órbita del asteroide 2003 RM. Este comportamiento no podía explicarse mediante el efecto Yarkovsky —un fenómeno por el cual los asteroides alteran su trayectoria al emitir calor absorbido del Sol—.

Davide Farnocchia, investigador del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA y coautor del estudio, explicó: “Cuando ves ese tipo de perturbación en un objeto celeste, normalmente significa que es un cometa, con material volátil desgasificándose de su superficie y dándole un poco de empuje. Pero por más que lo intentamos, no pudimos encontrar ninguna señal de la cola de un cometa. Parecía igual que cualquier otro asteroide: solo un punto de luz. Entonces, por un corto tiempo, tuvimos acceso a este extraño objeto celeste que no pudimos descifrar por completo”.

La estela de ‘Oumuamua

Los científicos demostraron la existencia de cometas oscuros en 2016, cuando descubrieron que el asteroide 2003 RM se había desviado ligeramente de su órbita esperada. Este comportamiento no puede explicarse por el efecto yarkovsky, por el que los asteroides absorben energía solar y la rebotan al espacio en forma de calor.

“Cuando ves ese tipo de perturbación en un objeto celeste, normalmente significa que es un cometa, con material volátil desgasificándose de su superficie dándole un poco de empuje”, explica Davide Farnocchia, investigador del JPL de la NASA y coautor del estudio de la Agencia Espacial estadounidense. “Pero por más que lo intentamos, no pudimos encontrar ninguna señal de la cola de un cometa. Parecía igual que cualquier otro asteroide: solo un punto de luz. Entonces, por un corto tiempo, tuvimos acceso a este extraño objeto celeste que no pudimos descifrar por completo”.

La siguiente pieza del rompecabezas llegó en 2017 con la detección del primer objeto interestelar ‘Oumuamua. Si bien aparecía como un único punto de luz para los telescopios y no tenía coma, su trayectoria cambió como si estuviera desgasificando material volátil de su superficie.

«‘Oumuamua fue sorprendente en varios sentidos», dijo Farnocchia. «El hecho de que el primer objeto que descubrimos en el espacio interestelar mostrara comportamientos similares a 2003 RM hizo que 2003 RM fuera aún más intrigante».

Siete nuevos cometas oscuros

Para 2023, se habían identificado siete cometas oscuros, lo que llevó a la comunidad astronómica a designarlos como una categoría nueva de objetos celestes. En el último de la NASA, los autores han identificado siete más de estos objetos en el sistema solar y observaron algunos rasgos interesantes entre ellos.

«Teníamos un número suficientemente grande de cometas oscuros como para poder empezar a preguntar si había algo que los diferenciara», asegura Darryl Z. Seligman, investigador postdoctoral de astronomía y astrofísica de la NSF del Instituto Carl Sagan en la Universidad de Cornell y la Universidad Estatal de Michigan, ambas en EEUU, y autor principal del estudio de la NASA. «Al analizar la reflectividad y las órbitas, descubrimos que nuestro sistema solar contiene dos tipos diferentes de cometas oscuros».

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