José «Pepe» Mujica, fallecido a los 89 años, despidió al mundo dejando una huella imborrable. Mientras otros mandatarios se rodeaban de lujos, él eligió vivir en su humilde casa de campo en Rincón del Cerro, cultivar flores y conducir su icónico Volkswagen Beetle. “La felicidad no se mide por la riqueza”, repetía, y su vida fue el testimonio de esa convicción. Esta coherencia entre palabra y acción lo convirtió en un símbolo global contra el consumismo.

Políticas revolucionarias: Uruguay como laboratorio social
Durante su presidencia (2010-2015), Mujica impulsó reformas que desafíaron tabúes y colocaron a Uruguay en el mapa de la vanguardia progresista:

  • Matrimonio igualitario (2013): Primer país latinoamericano en legalizarlo.

  • Regulación de la marihuana (2013): Modelo pionero de control estatal.

  • Educación y salud universal: Inversión récord en infraestructura y acceso gratuito.
    Estas medidas, criticadas por algunos como “utópicas”, redujeron la pobreza del 30% al 10% y consolidaron un Estado de bienestar en un país de solo 3,5 millones de habitantes.

El discurso de Mujica: Simpleza con profundidad
Sus intervenciones en la ONU o en entrevistas se viralizaban no por retórica grandilocuente, sino por mensajes crudos: “Somos gobernados por el mercado, no por los políticos”, declaró en 2012. Criticó la obsesión por el crecimiento económico infinito y abogó por un desarrollo centrado en “la felicidad de la gente”. Su estilo llano, sin corbatas ni protocolos, humanizó la política en una era de líderes distantes.

Impacto global: El ‘Pepe’ que inspiró a generaciones
Mujica trascendió fronteras:

  • Referente ético: Admirado por figuras como el Papa Francisco y Bernie Sanders.

  • Defensor de derechos humanos: Denunció el armamentismo y abogó por migrantes y minorías.

  • Ecologista pragmático: Promovió energías renovables y leyes contra el plástico.
    Su influencia se refleja en movimientos como el Green New Deal y en líderes jóvenes que citan su ejemplo para priorizar lo colectivo sobre lo individual.

Legado y paradojas: ¿Un modelo replicable?
Mujica demostró que un líder puede ser austero y efectivo, pero su caso plantea interrogantes:

  • ¿Es posible aplicar su modelo en países más grandes y desiguales?

  • ¿Su éxito se debió a su carisma personal o a un sistema político uruguayo estable?
    Aunque su estilo parece inalcanzable para muchos, su mayor enseñanza fue ética: “El poder no cambia a las personas; solo revela quiénes realmente son”.

Adiós al último revolucionario romántico
Mujica murió como vivió: sin riquezas materiales, pero con un capital simbólico incalculable. En un mundo donde la política suele ser sinónimo de corrupción o desconexión, su vida fue un manifiesto viviente de que otro liderazgo es posible. Como él mismo dijo: “No soy pobre; soy sobrio. Y la sobriedad es una forma de libertad”. Su partida nos deja un desafío: honrar su memoria no con monumentos, sino con acciones que prioricen la dignidad humana sobre el poder.

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