La reciente revelación del diario Corriere della Sera sobre los entretelones del último cónclave confirma lo que ya se intuía desde distintas señales en el Vaticano: la elección del nuevo papa, el estadounidense Robert Francis Prevost, fue tan inesperada como significativa. La reconstrucción a partir del testimonio de al menos una docena de cardenales ofrece una crónica detallada de las tensiones, estrategias y emociones que marcaron una de las decisiones más trascendentales de la Iglesia católica.

Un cónclave con tres favoritos… y un cuarto emergente

La primera votación mostró una distribución de fuerzas sin un claro ganador:

  • Pietro Parolin, italiano y Secretario de Estado, representaba el bloque curial tradicional.

  • Peter Erdő, húngaro, era la opción del ala conservadora.

  • Robert Prevost, estadounidense, fue el candidato que inicialmente parecía menos probable.

Sin embargo, mientras Parolin se vio afectado por la fragmentación del bloque italiano —algo inédito en décadas de cónclaves—, y Erdő no logró seducir a los cardenales afines al legado de Francisco, Prevost fue creciendo silenciosamente como figura de consenso y serenidad.

¿Quién es Robert Francis Prevost?

  • Nacido en Chicago, de formación agustina, Prevost había mantenido un perfil bajo, pero muy respetado, especialmente por su estilo dialogante, sobrio y metódico.

  • Fue designado días antes del cónclave para coordinar las sesiones previas, rol en el que impresionó a muchos por su capacidad de escucha y liderazgo sereno.

  • Cardenales como Joseph Tobin vieron en él una figura «que generaba confianza», sin las ambiciones de poder que marcaban a otros candidatos.

La elección: emoción y unanimidad simbólica

En la cuarta votación, el nombre de Prevost comenzó a repetirse con fuerza. Según el cardenal Lazarus You Heung-sik, “las papeletas se volcaron de forma abrumadora” hacia él. Al alcanzar los 89 votos requeridos (dos tercios del colegio), estalló una ovación espontánea.

El Espíritu Santo nos guió a una decisión unánime”, dijo un cardenal.
Fue un momento de comunión, no de cálculo político”, añadió otro.

La reacción del propio Prevost fue reveladora: permaneció sentado, con la cabeza entre las manos, abrumado por la magnitud del momento. Cardenales como Tagle intentaron aliviar su tensión ofreciéndole incluso un caramelo. La escena fue descrita como profundamente emotiva: hubo lágrimas, abrazos y una sensación de unidad inesperada.

Una Iglesia en transición

La elección de Prevost puede leerse como una continuidad moderada del camino de Francisco:

  • Sin el carisma rupturista del papa argentino, pero con una visión reformista, contemplativa y menos polarizante.

  • Su neutralidad, tanto geográfica como ideológica, lo convirtió en la solución a una Iglesia dividida entre corrientes opuestas.

Conclusión

Este cónclave pasará a la historia no solo por la elección del primer papa estadounidense, sino también por la forma en que el Espíritu Santo —o la voluntad colectiva de los cardenales— se impuso al cálculo político tradicional. En tiempos de fragmentación interna y desafíos globales, el ascenso de Robert Prevost parece responder a una necesidad profunda de unidad, serenidad y madurez espiritual dentro de la Iglesia católica.

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