La diputada de Revolución Democrática, Maite Orsini, enfrenta un nuevo frente de controversia tras revelarse una llamada telefónica que habría realizado a la actriz Amparo Noguera, exesposa del actor Marcelo Alonso, mientras este aún estaba casado. Según el programa de farándula “Que te lo digo” (Mega), Orsini habría informado a Noguera sobre su romance con Alonso cuando el matrimonio aún no se disolvía legalmente.
Antonella Ríos, panelista del espacio, calificó el hecho como un gesto insólito: “Ni Chucky se atrevió a tanto… La amante llama a la esposa para decirle que estuvo con él”. La anécdota, narrada con tono de reality show, contrasta con el perfil público de Orsini —figura emblemática del estallido social y crítica frecuente de la «vieja política»—, lo que añade capas de ironía al escenario.
Marcelo Alonso: ¿Desesperación o estrategia de imagen?
La trama escaló con nuevos detalles revelados por Daniella Campos en “Zona de Estrellas” (Zona Latina). Según la panelista, Alonso habría reaccionado con “desesperación” tras el llamado de Orsini a Noguera, al punto de buscar ayuda en “una persona conocida” —también vinculada sentimentalmente a la diputada— para “sacarse de encima a esta loca”.
Campos reflexionó: “Si eres capaz de llamar a la mujer de tu amante, debe provocar cierta adrenalina que la motiva; sino, estaríamos hablando de una sicópata”. La declaración, aunque cargada de subjetividad, abre un debate sobre las dinámicas de poder en relaciones mediáticas y su uso como carnada para rating.
Análisis: ¿Por qué este escándalo importa?
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La diputada vs. el personaje: Orsini ha construido su carrera política bajo un discurso de transparencia y ruptura con lo establecido. Este episodio, sin embargo, la sitúa en un rol tradicionalmente asociado a estereotipos de «otra mujer», lo que podría erosionar su credibilidad ante sectores que valoran coherencia entre vida pública y privada.
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El doble filo de la farándula: El escándalo refleja cómo la prensa de espectáculos choca con la esfera política en Chile. Mientras programas como “Que te lo digo” monetizan el morbo, la clase política enfrenta un dilema: ¿Ignorar estos temas o responder, arriesgándose a validarlos?
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Marcelo Alonso: ¿Víctima o cómplice?: La reacción atribuida al actor —pedir ayuda para “despegarse” de Orsini— plantea preguntas sobre su rol en la divulgación del affaire. ¿Es una estrategia para limpiar su imagen o una fuga involuntaria de un drama personal?
La pregunta incómoda: ¿Quién gana con este circo?
Más allá del chisme, el caso expone tensiones estructurales:
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Rating vs. ética mediática: Los detalles íntimos se venden como entretenimiento, pero ¿dónde queda el límite entre lo público y lo privado cuando se trata de figuras políticas?
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Misoginia encubierta: El lenguaje utilizado (“amante”, “loca”, “sicópata”) refuerza estereotipos de género, criminalizando a Orsini mientras Alonso aparece como un sujeto pasivo.
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El costo político: En un escenario de baja aprobación institucional, ¿afectará este tipo de controversias la percepción de la política como un espacio serio?
Conclusión: Un escándalo con más preguntas que respuestas
Mientras Orsini guarda silencio y Alonso no se pronuncia, el ruido mediático sigue alimentándose de suposiciones. El caso, aunque superficial en apariencia, sirve como termómetro de una cultura que aún mezcla política, espectáculo y moralina. La verdadera víctima aquí podría ser el debate público, reducido a un culebrón donde los ratings mandan más que las ideas.
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