Tras décadas de buscar vida extraterrestre en el cosmos, una teoría disruptiva gana fuerza: civilizaciones avanzadas podrían habitar las profundidades oceánicas, un «espacio interior» aún más inexplorado que el espacio exterior. El creciente registro de Objetos Submarinos No Identificados (OSNIs) desafía paradigmas científicos y sugiere que el santuario alienígena perfecto podría estar en nuestro planeta.
La evidencia emergente: OSNIs y comportamientos inexplicables
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El 80% del océano permanece sin cartografiar, y en sus fosas abisales se detectan estructuras anómalas y movimientos que desafían leyes físicas conocidas.
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Informes militares documentan OSNIs con maniobras imposibles: aceleraciones súbitas, inmersiones a profundidades extremas y resistencia a presiones letales.
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Casos como el de Puerto Madryn (Argentina, 23/08/2023), donde un objeto luminoso emergió del mar hacia el cielo, refuerzan el vínculo entre fenómenos aéreos y submarinos.
El argumento científico: ¿Por qué las profundidades?
El astrofísico Avi Loeb plantea un escenario audaz: «Las condiciones extremas de las fosas oceánicas ofrecen un refugio ideal para tecnologías avanzadas». Esta hipótesis se sustenta en tres ventajas clave:
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Protección natural: El agua bloquea radiación cósmica y impactos de asteroides.
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Camuflaje eficaz: La inaccesibilidad humana (solo el 20% del lecho marino es accesible) garantiza discreción.
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Recursos energéticos: Fuentes hidrotermales y corrientes profundas podrían alimentar tecnología avanzada.
Mitos reexaminados y patrones inquietantes
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Leyendas como la Atlántida, antes descartadas como fantasía, ahora se reinterpretan como posibles relatos distorsionados de encuentros con estas civilizaciones.
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Patrones recurrentes en avistamientos:
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Zonas de biodiversidad marina (como el caso argentino) son hotspots de actividad OSNI.
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Correlación entre avistamientos OVNI y actividad submarina posterior no explicada.
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La gran incógnita: ¿Base operativa o observatorio alienígena?
La comunidad científica debate dos teorías principales:
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«Santuario permanente»: Civilizaciones establecidas desde eras remotas, usando los océanos como laboratorio evolutivo.
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«Puestos avanzados»: Estaciones de monitoreo para estudiar la vida terrestre, similares a las que la NASA planea en Europa (luna de Júpiter).
«Si una civilización dominara la tecnología para habitar fosas abisales, sus capacidades superarían todo lo imaginable», advierte Loeb. El desafío ahora es tecnológico: necesitamos sondas capaces de explorar estos entornos sin ser detectadas… o destruidas.
¿Estamos ignorando la frontera definitiva? Mientras la NASA busca vida en océanos extraterrestres, el hallazgo que podría reescribir la historia humana podría estar ocurriendo a 11.000 metros bajo nuestras aguas. Los OSNIs ya no son ciencia ficción: son el enigma científico más urgente del siglo XXI.
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