Dos semanas antes de las primarias del 29 de junio, las últimas mediciones revelan un desplome de Carolina Tohá (PS-PPD-DC), superada por Jeannette Jara (PC). Este escenario encendió alarmas en su comando, que diseñó una estrategia agresiva centrada en tres ejes, según una minuta reservada circulada entre sus voceros:
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«No responder al Frente Amplio» (FA), evitando polemizar con sus críticas a la transición.
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«Si gana Jara, gana la derecha», argumentando que el PC carece de viabilidad ante problemas clave como seguridad y economía.
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Posicionar a Tohá como «la única opción que puede derrotar a la derecha», destacando su experiencia de gobierno y respaldo ciudadano.
El debate como talón de Aquiles
Expertos consultados señalan que Tohá ha quedado expuesta en los debates recientes. Su tendencia a confrontar a rivales (Jara, Winter y Mulet) y su dificultad para conectar emocionalmente contrastan con el desempeño de Jara, quien capitaliza ese ámbito.
Grietas en la coalición
La estrategia del «voto útil» exacerbó tensiones al interior del oficialismo:
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El PC rechaza la táctica: Lautaro Carmona, su presidente, la calificó de «recurso manipulador» y cuestionó: «Si alguien cree [que Jara no es viable], debió plantear que el PC no estuviera en estas primarias».
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Amenaza de fractura: Altas fuentes del PC revelaron que el PPD les habría transmitido un mensaje hostil: no apoyarían a Jara si gana, e incluso evaluarían levantar otra candidatura presidencial, poniendo en duda la viabilidad del conglomerado.
Boric, el gran damnificado
La primaria ha reventado «debates y fantasmas» sepultados durante el gobierno, según asesores de La Moneda. Con un 34% de aprobación (Cadem) y críticas transversales a su gestión de seguridad, Gabriel Boric emerge como el principal perjudicado. Su proyecto de unidad se resquebraja mientras la derecha consolida candidatos competitivos, complicando la gobernabilidad y la futura negociación parlamentaria.
¿Por qué importa?
Lo que comenzó como un mecanismo para movilizar electores con «amistad cívica» derivó en una guerra interna que expone la precariedad de la coalición oficialista. Más allá del 29 de junio, la pregunta es si el progresismo chileno podrá recomponerse ante una derecha fortalecida y un electorado que clama por respuestas en seguridad y economía.
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