El anuncio de David Corenswet como el nuevo Clark Kent en la próxima entrega cinematográfica de Superman reactivó una vieja narrativa en Hollywood: la supuesta “maldición de Superman”. Aunque el personaje representa esperanza y justicia, la trayectoria de quienes lo han encarnado ha estado marcada por tragedias personales y fracasos profesionales, consolidando —según Cine PREMIERE— una creencia persistente en un destino adverso para quienes se vinculan estrechamente con el icónico traje azul y rojo.
Origen de la maldición: conflictos de autoría y traumas fundacionales
La leyenda tiene raíces profundas. Algunos la asocian con la muerte de George Reeves en 1959, pero otros la remontan a los propios creadores del personaje. Jerry Siegel y Joe Shuster vendieron los derechos de Superman por solo 130 dólares. Mientras el cómic generaba millones, ellos quedaron excluidos de los beneficios, enfrentando batallas legales sin éxito. Joe Shuster incluso perdió la vista. Recién décadas después, DC Comics los reconoció oficialmente en los créditos y les otorgó una pensión de 35.000 dólares anuales.
Este punto de origen ilustra un conflicto estructural entre creación intelectual y explotación comercial, en el que la narrativa de justicia del superhéroe se contrapone con las experiencias reales de quienes lo trajeron al mundo.
Actores marcados por la tragedia: patrones que alimentan el mito
La lista de casos que alimentan la maldición es amplia y simbólicamente potente:
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Kirk Alyn, primer Superman cinematográfico (1948), quedó encasillado y sin oportunidades relevantes tras el éxito inicial. Incluso no fue acreditado en Superman: La película.
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George Reeves, rostro de Adventures of Superman (1952–1958), cayó en una depresión profunda ante la falta de roles. Fue hallado muerto en 1959 con un disparo en la cabeza, en circunstancias nunca esclarecidas. Según Cine PREMIERE, el peso del personaje fue un factor determinante.
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Christopher Reeve, el Superman por excelencia desde 1978, sufrió en 1995 un accidente ecuestre que le provocó tetraplejía. Falleció en 2004, reforzando la dimensión trágica del legado.
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Lee Quigley, el actor que interpretó al bebé Kal-El en 1978, murió a los 14 años por inhalación de solventes, sin haber tenido oportunidad de continuar su carrera.
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Margot Kidder, inolvidable Lois Lane, padeció trastorno bipolar, episodios de paranoia y falta de vivienda en los años 90. Aunque negó creer en la maldición, su muerte por sobredosis en 2018 reavivó el mito.
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Richard Pryor, quien participó en Superman III, fue diagnosticado con esclerosis múltiple después del rodaje. Murió en 2005 tras años de problemas de salud. Él y Kidder también compartieron pantalla en Un héroe en apuros (1982), una comedia con ecos dramáticos que se vuelve retrospectivamente inquietante.
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Marlon Brando, que encarnó a Jor-El en 1978, enfrentó tragedias familiares de alto perfil: su hijo fue condenado por homicidio y su hija se suicidó.
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Allison Mack, parte del elenco de Smallville, fue arrestada en 2018 por su participación en una red criminal de tráfico de personas. Fue liberada en 2023.
Incluso figuras tangenciales han sido arrastradas al relato: Ben Affleck, quien interpretó a George Reeves en Hollywoodland, ha sido vinculado a la leyenda por sus problemas de adicción, pese a no haber encarnado directamente a Superman.
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