Chile continúa enfrentando una profunda crisis demográfica, marcada por una sostenida disminución en la natalidad y un rápido envejecimiento de la población. Así lo evidencian los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que muestran que entre enero y abril de 2025 se registraron apenas 49.570 nacimientos en todo el país.

Esta cifra representa una caída de 9,4% respecto al mismo período de 2024, cuando se contabilizaron 54.682 nacimientos. Más preocupante aún es la comparación a largo plazo: en el mismo lapso de 2015, el número de nacimientos ascendía a 84.235, lo que significa que en una década, la cifra ha caído en un alarmante 41%.

Este fenómeno se inserta en una tendencia que ya venía siendo observada desde hace varios años, pero que se ha acelerado tras la pandemia del COVID-19. Expertos advierten que, de mantenerse esta trayectoria, el país enfrentará serias dificultades para sostener su sistema previsional, salud pública y mercado laboral.

La tasa de fecundidad —indicador que mide el número promedio de hijos por mujer— también ha mostrado una fuerte baja, ubicándose muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2,1 hijos por mujer). Según estimaciones recientes, Chile se sitúa actualmente cerca de 1,3 hijos por mujer, uno de los niveles más bajos de América Latina.

Además, el descenso en los nacimientos ocurre de forma paralela a un proceso de acelerado envejecimiento de la población. De acuerdo con proyecciones del INE, para 2050 más del 30% de los chilenos tendrá 60 años o más, lo que implica un cambio estructural en la composición demográfica del país.

Frente a este escenario, distintos sectores han llamado a impulsar políticas públicas que fomenten la natalidad, tales como mayores subsidios a la crianza, flexibilización laboral para padres, y una mejora en la conciliación trabajo-familia. No obstante, especialistas señalan que el desafío es multidimensional y requiere abordar también factores como el acceso a la vivienda, la incertidumbre económica y los cambios culturales que inciden en la decisión de tener hijos.

La situación coloca a Chile en una encrucijada demográfica: si no se adoptan medidas estructurales, el país podría enfrentar en las próximas décadas una reducción de su población económicamente activa, con consecuencias directas en su desarrollo económico y social.

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