El discurso común: La ultraderecha como enemigo
En un acto cargado de simbolismo en el Patio de los Cañones de La Moneda, cuatro de los cinco presidentes progresistas reunidos este martes apuntaron contra la «internacional del odio» —como la llamó Pedro Sánchez—, pero evitaron mencionar el tema que más los debilita: la corrupción en sus entornos.
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Sánchez (España) fue el más crítico con la derecha radical, aunque sin aludir a los casos que ensombrecen su gobierno, como el escándalo de los Pegasus o las investigaciones a su círculo íntimo.
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Lula da Silva (Brasil) calificó el golpe de Estado en Chile como «el más sangriento de América Latina», pero no se refirió a los casos de corrupción en el PT, incluidos ministros de su gabinete.
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Gabriel Boric (Chile) habló de «amenazas sutiles a la democracia», en un guiño a la derecha chilena, mientras su gobierno enfrenta críticas por nombramientos polémicos y la crisis en su coalición.
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Gustavo Petro (Colombia) levantó el puño izquierdo, pero omitió los cuestionamientos por irregularidades en campaña y tensiones con la justicia.
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Yamandú Orsi (Uruguay) fue el único sin sombras: llegó con zapatos cafés de suela blanca —un detalle que robó miradas— y sin escándalos en su historial.
La puesta en escena: Fútbol, jet lag y alfombra roja
El encuentro, criticado por la oposición chilena como «parcial», mezcló solemnidad con informalidad:
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Boric llegó primero (9:04 AM), bromeó sobre fútbol con camarógrafos y aseguró estar «muy esperanzado».
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Periodistas españoles llegaron con maletas y jet lag: «Estamos hechos trapitos», confesó una corresponsal de RNE.
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Un helicóptero sobrevoló el lugar, y los presidentes desfilaron por una alfombra roja. Lula gritó «¡Democracia siempre!», mientras Petro hizo el signo de la victoria.
El mensaje: Democracia «amenazada» pero sin autocrítica
En su discurso, Boric advirtió sobre «elementos sutiles que atentan contra la democracia», como «ridiculizar al adversario» o «mano dura», pero no hubo espacio para reflexionar sobre los problemas de sus gobiernos:
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Corrupción: Ninguno aludió a los casos que los persiguen (ej: Lula y los sobornos en Petrobras, Boric y las donaciones de Quinteros).
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Declaración tibia: El documento final, firmado cerca de las 13:00 horas, no incluyó críticas directas a EE.UU. pese al auge de Trump y los aranceles anunciados.
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Expansión del grupo: Boric anunció que en septiembre se sumarían mandatarios de Reino Unido, Canadá y Sudáfrica en la ONU.
Las críticas: «Cumbre ideológica» y omisiones calculadas
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Oposición chilena: Acusó al encuentro de «partialidad», señalando que algunos invitados «debilitan la democracia» (como Petro, investigado por financiamiento irregular).
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Medios internacionales: Una periodista brasileña destacó que el interés radicaba en el contexto global (Trump, aranceles), pero anticipó: «No esperen declaraciones fuertes».
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Expertos: La falta de autocrítica sobre corrupción resta credibilidad al relato de «defensa democrática».
Conclusión: Unidad retórica, fracturas reales
La cumbre sirvió para fotografía política y un mensaje contra la ultraderecha, pero dejó en evidencia:
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La corrupción sigue siendo el talón de Aquiles del progresismo latinoamericano y europeo.
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Orsi (Uruguay) emerge como la figura sin mácula en un grupo con múltiples vulnerabilidades.
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El desafío no es solo la «internacional del odio», sino la coherencia interna.
¿Podrán estos gobiernos sostener su discurso democrático si no limpian sus propias casas? La declaración final no respondió esa pregunta.