Pese a las sanciones estadounidenses, Venezuela logró mantener a flote su producción petrolera al cierre del primer semestre de 2025. Sin embargo, la economía sigue enfrentando severas debilidades estructurales en materia cambiaria, inflación y deterioro salarial, especialmente en el sector público, donde los ingresos en bolívares pierden poder de compra ante la devaluación acelerada de la moneda nacional.

Durante los primeros seis meses del año, el Ejecutivo adoptó una serie de medidas orientadas a “garantizar el funcionamiento de la economía”, entre ellas, la declaración de un “estado de emergencia” frente a la llamada “guerra comercial” y la detención de más de 50 presuntos miembros de “mafias” cambiarias. En paralelo, el gobierno mantiene un discurso de crecimiento económico sostenido, en contraste con estimaciones independientes que advierten señales de estancamiento.

A continuación, un análisis de cinco variables clave que marcaron el desempeño económico del país en la primera mitad de 2025:


1. Producción petrolera: estabilidad en medio de restricciones

Según cifras oficiales, Venezuela superó en enero el umbral del millón de barriles por día (bpd) de crudo —1.031.000 bpd—, algo que no ocurría desde junio de 2019. La producción se mantuvo en ascenso, con un aumento del 3,6 % hasta junio, cuando alcanzó los 1.069.000 bpd.

El Ejecutivo reivindica este repunte como una muestra de resistencia frente al “bloqueo criminal” de Washington. En mayo, Estados Unidos suspendió la licencia que permitía a Chevron operar en el país. Caracas exige el levantamiento de sanciones que también afectan a compañías europeas con presencia en el sector energético venezolano.


2. PIB: dos versiones enfrentadas sobre el rumbo económico

El presidente Nicolás Maduro aseguró recientemente que el producto interno bruto creció un 9 % en el primer trimestre y “más de un 6 %” entre abril y junio, sumando así 17 trimestres consecutivos de crecimiento económico. Según el mandatario, el repunte estuvo liderado por las actividades petrolera y minera.

No obstante, un grupo independiente —que prefirió mantenerse en el anonimato— ofreció una lectura contraria: estima una contracción del 2 % en el primer semestre respecto al mismo período de 2024. Las causas: caída de la economía no petrolera, falta de financiamiento y una devaluación sostenida del bolívar.


3. Tipo de cambio: acelerada devaluación del bolívar

En los primeros seis meses del año, el bolívar se depreció un 51,4 % frente al dólar. La cotización oficial de la divisa estadounidense, según el Banco Central de Venezuela (BCV), pasó de 52,57 a 108,18 bolívares.

Frente al auge del mercado paralelo, el fiscal general Tarek William Saab informó en junio sobre la detención de 58 personas supuestamente involucradas en la manipulación del tipo de cambio y el cierre de 12 páginas web señaladas como “ilegales”, acusadas de desestabilizar la economía mediante la difusión de precios no oficiales.


4. Inflación: alza sostenida sin datos oficiales

El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) reportó una inflación de 26 % en mayo, un salto de 7,6 puntos respecto a abril, lo que elevó la inflación acumulada del período enero-mayo a 105,5 %.

Desde octubre de 2024, el BCV no publica cifras oficiales de inflación. Expertos del OVF vinculan la escalada de precios a la acelerada devaluación del bolívar, ya que la mayoría de los productos y servicios están indexados al dólar.


5. Salarios: deterioro real y congelamiento nominal

La pérdida del valor del bolívar ha impactado directamente la capacidad de compra de los trabajadores, sobre todo del sector público. El salario mínimo oficial, establecido en 130 bolívares desde marzo de 2022, se redujo de 2,4 a apenas 1,2 dólares mensuales entre enero y junio de este año.

Aunque el gobierno anunció en mayo un aumento del “ingreso contra la guerra económica” —que pasó de 90 a 120 dólares, junto a un bono de alimentación de 40 dólares—, estos ingresos no tienen incidencia legal en beneficios laborales como prestaciones o vacaciones.


Persiste el contraste

Mientras el discurso oficial enfatiza avances macroeconómicos y recuperación, persisten señales de alerta en variables fundamentales como inflación, tipo de cambio y salarios reales. La producción petrolera ha mostrado resiliencia, pero el crecimiento sostenido de otros sectores y la mejora del poder adquisitivo aún parecen distantes. El segundo semestre exigirá más que estabilidad discursiva: requerirá políticas que apunten a la confianza, la transparencia y el poder de compra de la población.