Este martes, un poderoso terremoto de magnitud 8,8 sacudió la remota península de Kamchatka, en el este de Rusia, activando de inmediato las alertas de tsunami en diversos países del Pacífico. La amenaza llevó a evacuaciones preventivas a lo largo de varias costas, con el recuerdo latente de tragedias pasadas como los tsunamis de 2004 en el océano Índico, 2011 en Japón y 2010 en Chile.
Sin embargo, pese a la magnitud del evento, el tsunami resultó ser significativamente menos destructivo de lo previsto. Las olas alcanzaron hasta cuatro metros en algunas zonas del extremo oriental ruso, pero sin provocar daños de gran escala.
¿Por qué no hubo un impacto mayor?
De acuerdo con un análisis de la BBC, el fenómeno sísmico tenía todos los elementos para producir una catástrofe, pero varios factores geológicos ayudaron a mitigar sus efectos.
El sismo ocurrió en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona de alta actividad sísmica que alberga la mayoría de los grandes terremotos del mundo. Aquí, la placa del Pacífico se desplaza unos 8 cm por año y se hunde bajo la microplaca de Ojotsk, un proceso que acumula energía durante siglos hasta liberarla violentamente.
“La ruptura no es un punto, sino una línea de cientos de kilómetros que se desplaza”, explicó a la BBC el profesor Stephen Hicks, sismólogo del University College de Londres. “Eso es lo que genera una magnitud tan alta”.
A pesar de esa liberación de energía, el tsunami generado fue mucho menor al temido. Según la BBC, esto se debió a factores como:
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La forma del fondo marino en el área del epicentro, que limitó la transferencia de energía al océano.
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La geografía de la costa y la profundidad del sismo, que condicionaron el comportamiento de las olas.
“El impacto de un tsunami no depende solo de la magnitud del sismo, sino también del lugar exacto donde ocurre y de cómo se comporta el suelo submarino”, señaló a la BBC la profesora Lisa McNeill, experta en tectónica de la Universidad de Southampton.
El Servicio Geológico de EE.UU. (USGS) estimó el epicentro a 20,7 km de profundidad, un valor relativamente bajo para este tipo de eventos. En teoría, una menor profundidad tiende a generar tsunamis más altos. Sin embargo, Hicks advirtió que los modelos podrían haberse basado en una estimación conservadora. Si la profundidad real hubiese sido mayor, las olas habrían sido más pequeñas, lo que explicaría el impacto moderado.