El aumento del nivel del mar ya no es una advertencia lejana, sino una realidad tangible que reconfigura territorios, economías y estrategias de adaptación en todo el planeta. Desde pequeñas islas del Pacífico hasta deltas densamente poblados de Asia y costas urbanas de América, la amenaza se vuelve estructural. La evidencia científica y los datos aportados por organismos internacionales refuerzan el diagnóstico: estamos ante un proceso que no se detendrá y cuya gestión será clave para la estabilidad futura de múltiples regiones.

El caso de Tuvalu, una pequeña nación insular que ha iniciado una migración planificada por causa del avance del mar, representa uno de los ejemplos más contundentes. Con sus nueve islas enfrentando inundaciones crónicas y erosión costera severa, más de un tercio de su población ha comenzado trámites para reubicarse en Australia. Esta experiencia, más que excepcional, revela el tipo de decisiones que deberán afrontar otras comunidades en las próximas décadas.

Según la Organización Meteorológica Mundial (WMO), los métodos tradicionales de adaptación —como diques, manglares o mejoras en los sistemas de drenaje— ya no resultan sostenibles en varios puntos del planeta. “Los lugareños se están quedando sin opciones”, advierten los expertos. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) refuerza esta alerta: el ritmo de ascenso del nivel del mar se duplicó en las últimas décadas, y las proyecciones para 2050 y 2100 anticipan impactos sin precedentes en zonas altamente urbanizadas y vulnerables.


📈 Datos que transforman decisiones: ¿Qué es el nivel medio del mar y cómo se mide?

El concepto de nivel medio del mar (NMM) no es un valor visible a simple vista, sino un indicador compuesto. Según el investigador Gerardo Perillo —doctor en oceanografía, miembro del CONICET y de la Academia Nacional de Ciencias—, se trata de un promedio calculado a partir de miles de mediciones de mareas realizadas cada año en estaciones distribuidas globalmente. “La forma más simple es que se toman todos esos valores y se los promedia”, explica, aunque aclara que el proceso es más complejo y requiere series temporales prolongadas, idealmente de más de medio siglo, para identificar tendencias con rigor.

Un punto clave es que el ascenso del nivel del mar no es uniforme. Hay zonas del planeta donde el incremento es mucho más veloz, mientras que en otras regiones incluso se detectan descensos, producto de fenómenos locales como subsidencias del terreno o extracción excesiva de aguas subterráneas.

La NASA considera al NMM como un «indicador esencial del estado del clima», ya que combina datos sobre el calentamiento oceánico y el derretimiento de masas de hielo. Desde 1993, los satélites han permitido un monitoreo más preciso, revelando un aumento global promedio de 3,4 milímetros por año, aunque este valor presenta marcadas diferencias regionales.


❄️🌡️ El origen del problema: entre deshielos, expansión térmica y huella humana

La principal causa detrás del aumento del nivel del mar es clara: el cambio climático. Este fenómeno se manifiesta a través de dos procesos clave, según explica la NASA: la expansión térmica del océano —producto del aumento sostenido de la temperatura del agua— y el derretimiento de glaciares y capas de hielo. “Una de las razones del ascenso del NMM es justamente el calentamiento de los océanos que produce una expansión de la superficie del mar. El deshielo, no solo de los polos, sino especialmente de Groenlandia, lo que hace es aportar agua al mar”, señala Perillo.

La NOAA complementa con cifras históricas: desde 1880, el nivel medio global del mar se ha elevado entre 21 y 24 centímetros. Y el ritmo no solo continúa, sino que se acelera. Mientras que en el siglo XX el incremento era de 1,4 milímetros por año, entre 2006 y 2015 la tasa se disparó a 3,6 milímetros anuales.

Estos datos obligan a repensar políticas, infraestructuras y marcos regulatorios. Las implicancias para sectores como el turismo, los seguros, la vivienda, la gestión del agua y la seguridad alimentaria son profundas. No se trata de adaptar una ciudad, sino de redefinir la manera en que habitamos y protegemos nuestras costas.

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