La Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) asestó un golpe político a la Democracia Cristiana (DC) chilena al suspender temporalmente su membresía como miembro titular, en repudio a su apoyo a la candidatura de Jeannette Jara, abanderada del Partido Comunista (PC). La medida, inédita en las últimas décadas, refleja el malestar de la familia política democratacristiana con la decisión de la Falange, que —según la ODCA— «rompe con sus principios fundacionales».
En un comunicado lapidario, el organismo señaló que el respaldo a Jara —militante de un partido que «tiene afinidades ideológicas con regímenes autoritarios» como Venezuela, Cuba y Nicaragua— es «incongruente con los valores humanistas cristianos y democráticos». La suspensión se mantendrá hasta las elecciones de noviembre, en lo que la ODCA calificó como «una medida necesaria para preservar la integridad ética y política» del grupo.
El historial de cuestionamientos: aislamiento en la centroizquierda
Esta no es la primera señal de rechazo internacional hacia la DC chilena. Previamente, la Internacional Demócrata de Centro (IDC) y la Democracia Cristiana de Cuba ya habían expresado su desaprobación por la alianza con Jara, acusando al partido de diluir su identidad al vincularse con una fuerza política que, en su visión, «legitima prácticas autoritarias».
El argumento de la ODCA ahonda en esta línea:
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Legado histórico en riesgo: Critican que la decisión «contradice el humanismo cristiano» que marcó a la DC chilena, recordando su rol clave en la transición a la democracia.
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Crisis ideológica: La suspensión evidencia que, para la ODCA, la Falange ha priorizado cálculos electorales sobre sus bases doctrinarias.
La defensa de la DC y las tensiones internas
Aunque la DC aún no reacciona oficialmente a la sanción, voces internas ya habían adelantado divisiones. Sectores críticos de la alianza con Jara —como el exsenador Ignacio Walker— habían alertado sobre el costo político de esta coalición, mientras que la directiva, liderada por Alberto Undurraga, insiste en que es una estrategia para evitar el aislamiento en la izquierda.
Sin embargo, la suspensión de la ODCA complica este relato:
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Fractura simbólica: La DC pierde un espacio clave de articulación regional, quedando marginada de redes de financiamiento y diálogo político.
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Presión electoral: La medida llega en un momento delicado, cuando el partido busca definir su rol en el oficialismo sin alienar a su base histórica.
¿Hacia dónde va la DC?
La sanción internacional no es solo un castigo, sino un llamado de atención sobre la erosión identitaria de la DC. Con elecciones parlamentarias en juego, el partido enfrenta un dilema:
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Doblegarse a la presión: Ajustar su postura para recuperar legitimidad en la ODCA, aunque eso implique tensiones con el PC y el gobierno de Boric.
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Radicalizar su apuesta: Afianzarse en la alianza con Jara, asumiendo el riesgo de convertirse en un satélite del comunismo ante los ojos de la centroizquierda global.
En síntesis: La suspensión de la ODCA es un punto de inflexión para la DC. Lejos de ser un gesto protocolario, expone su crisis de rumbo y la pone frente a una disyuntiva existencial: ¿ser un puente entre bloques o un apéndice del PC? La respuesta definirá no solo su futuro electoral, sino su lugar en la historia política chilena.
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